jueves, 3 de julio de 2008

Iglesia y clima

Esta tarde visitaba un convento de clausura de carmelitas descalzas que de vez en cuando me honran ofreciéndome la paz del locutorio y de su conversación, regalos que no merezco pero que acepto. Hablamos de varias cosas, y de entre ellas me sorprendió algo que la madre superiora comentó, sin darle importancia, pues para ellas es el pan de cada día pero que a mí me dio que pensar.

Hablando de la peligrosa sequía que recientemente había padecido Cataluña, la carmelita me dijo “el Obispo nos pidió a todas las comunidades religiosas, que rezáramos para que lloviera y dos días después empezaron las lluvias”. Descarto absolutamente que el comentario fuera frívolo o inexacto, pues no me cabe que tal actitud quepa en el corazón de esas santas mujeres. Por ello solo me cabía pensar en la casualidad o en los efectos de la oración.

Más de uno sonreirá ante tal planteamiento y pensará que la casualidad es la razón del suceso. Es lo que hoy se lleva; el racionalismo “pasota” que cree con más fe en la precaria promesa de un político que en la evidencia de lo sobrenatural… ¡menudo derroche! Mi vida se mueve en el más rabioso mundo racionalista y ese racionalismo me ha llevado a la convicción de que la casualidad no existe. Consecuentemente, no me cabe duda de que la oración consiguió el efecto benefactor de la lluvia.

Con esto quiero redundar en la importancia contrastada de la oración. Pero siendo esto importante, no era el tema que quería resaltar ahora.

El lector podrá creer o no en la fuerza de la oración. Pero no me podrá discutir que es ejemplar que una alta jerarquía de la Iglesia en Cataluña, con toda discreción, pidiera a las congregaciones que rezasen por salvar a Cataluña de una sequía que estaba llevando a los catalanes a un escenario dramático. Y es ejemplar porque Cataluña es la región de España más anticlerical y dónde su gobierno autonómico además de perseguir a la Iglesia con todos los medios a su alcance, se mofa públicamente de sus signos y de su fe. También en esta ocasión la Iglesia, como el sándalo, perfuma el hacha que le hiere.

Publicado en aragonliberal.es, el 4.7.2008.