lunes, 24 de noviembre de 2008

Una buena ocasión para meditar sobre al vida

La operación se complicó. Creo que todos los implicados estábamos en que mi currículum se acababa allí. Pero no fue así, pues el que hoy escribe es el mismo que el que lo dejó hace unas semanas.

La antesala de la muerte es, en paz de espíritu, una gracia de Dios. Agradezco al Creador aquel instante, a la vez que no entiendo que hago aquí ahora. ¿Cómo puedes dejar, Señor, a una de tus criaturas con la miel en la boca?, ¿cómo puedes retornar a esta oveja inútil y torpe al rebaño del mundo, cuando le has mostrado el paraíso? No es esto un desprecio al regalo de la vida – nuestra querida Santa Teresa sería una ingrata – sino un aprecio a la promesa del cielo. Confío en Su misericordia para cuando llegue el momento definitivo.

Paz de espíritu. Esa es la clave para un buen vivir y un buen morir. En un mundo como el que vivimos no parece fácil alcanzarla, pero vale la pena buscar esa meta. Creo que el camino es desprendernos de nuestro vano orgullo de sabios de la nada y de nuestros prejuicios alimentados por los poderes mediáticos, y buscar en el amor a Dios y al prójimo nuestra razón de ser. La cultura occidental floreció espiritualmente desde ese principio de amor que aportó el cristianismo. ¿No es un buen dato para nadar contra corriente?

Intenta lector, aunque no seas cristiano, aunque sea por una vez, repetir en un momento de calma, escuchándote, lo que han repetido durante milenios millones de seres humanos buenos en momentos de crisis personal: el Señor es mi Pastor, nada me falta. Persevera. Te desconcertará sentir la paz de espíritu que se alcanza teniendo esa certeza.