domingo, 27 de septiembre de 2009

¿Hay hoy menos católicos?

Leo en http://www.portalcatolicoapostolicoyromano.com/sacerdotes/PAgustiMiarnau/los_7_errores.asp, un artículo del sacerdote misionero claretiano Agustí Miarnau, que titula “Los siete errores capitales de la Iglesia Católica actual”.

El trabajo es un análisis de los problemas fundamentales que tiene hoy la Iglesia Católica, elaborado por un sacerdote fiel, inteligente, erudito y bueno. No tiene perdón omitir una lectura inspirada por virtudes tan fundamentales.

Sin embargo, hay un “pero”. Es mi “pero” y puedo estar equivocado, pero voy a intentar razonarlo.

El padre Miarnau dice: “Actualmente, en gran parte del mundo occidental, tradicionalmente cristiano, sobre todo en Europa, los que van a Misa, prácticamente sólo son gente mayor; por lo tanto, en líneas generales, respecto al área geográfica de la que estamos hablando, el cristianismo, a ese ritmo, y, si no se pone remedio, está llegando a su fin. Así de claro, y peor para nosotros si no lo queremos reconocer.”

Veo dos razones por la que esa cita podría no ser correcta. Una, de carácter teológico, que se basa en el que el cristianismo tendrá su fin, en el fin de los tiempos. Creo que ese es el argumento correcto en el esquema de pensamiento de un cristiano; nada prevalecerá contra la Iglesia. Eso incluye la edad y el tiempo... Salvo que el p. Miarnau contemple la proximidad del fin de los tiempos, lo que no me atrevería a discutirle, pero entonces no vale el argumento de cuántos y de que edad asisten a la Santa Misa. Cierto que la cita especifica “respecto al área geográfica de la que estamos hablando”, pero el argumento de que “se acaban los católicos” en el sentido más literal, lo leo tan a menudo, que he aprovechado para contestar al todo.

La otra razón es de carácter sociológico e histórico, que voy a valorar sin cuantificar, pues no tengo datos pero sí intuiciones.

A lo largo de la historia los templos se han ido llenando (es este un juicio de valor que no he visto documentado y que todos damos por supuesto), con los habitantes de las poblaciones en que se enclavaban. Creo que las razones son dos; una, que el cristianismo era la religión socialmente aceptada y la otra, que los templos estaban proporcionados a la población católica del lugar, y la población católica del lugar era la población del lugar.

El cristianismo ha sido durante muchos siglos la religión incuestionable, salvo buscarse un conflicto con el poder establecido. Esto ha sido motivo de que la mayoría se declarase católica, por muchas razones, entre ellas y de forma importante, la coacción que ejercía el poder y la coacción del “qué dirán”.

Esta situación histórica ha hecho mucho daño al cristianismo, pues se ha visto emparejado con lo contrario a su esencia; nunca pueden ir unidas las Bienaventuranzas con el poder terrenal. Todavía hay buenos cristianos en España que propugnan la necesidad de un estado católico, la cuadratura del círculo.

La existencia de esa coacción social, inducida por ser la religión del estado, se pone en evidencia de una forma paradigmática en España, a la muerte del General Franco, hombre católico de vida ejemplarizante (sus enemigos no han podido pasar en sus críticas de tildarle de “dictador”, sin haber conseguido dar contenido a la palabra), que mantuvo un estado católico durante más de tres décadas. A los pocos meses de su muerte, los templos que se llenaban los domingos, dejaron de llenarse. ¿Se habían descristianizado los españoles en unos meses? No, simplemente, al no existir coacción social, dejaron de ir los que nunca habían sido católicos de corazón y siguieron yendo los católicos o los coaccionados más recalcitrantes. Décadas después de la desaparición de la obligación social de “ir a Misa”, ya sólo asiste el que realmente quiere. Y son muchos (tampoco hay que olvidar que en las últimas décadas gobierna en España el mismo partido que organizó, dirigió y ejecutó el genocidio católico de los años 30. Por eso cabría preguntar, ¿cuántos cristianos asistían a los templos en los gobiernos de Nerón, Diocleciano o Stalin?).

Hoy los templos no están proporcionados a la población católica real del lugar, pero como ya están construidos, ahí se quedan. En muchas poblaciones se les priva de su carácter de lugar sagrado y se dedican a otros servicios, de forma que el que queda como templo, se llena los domingos y fiestas de guardar. De hecho, si el cristianismo llegara hoy a España y se empezasen a construir templos, habría muchos, pero menos de los que hay, y estarían llenos. Además, hay que tener presente que en muchos templos se celebra la Santa Misa varias veces al día, por lo que los feligreses salpican el recinto con su presencia en dos, tres o cuatro ceremonias.

Es cierto que el porcentaje absoluto de practicantes es menor que en otros tiempos históricos, pero no creo que lo sea en números absolutos e incluso, si ponderamos en la estadística el grado de libertad religiosa, probablemente veríamos que la cifra porcentual de asistentes a la Santa Misa, es mayor a la de otras épocas históricas. Y por descontado, no creo que haya asistido a los templos tanto católico en días laborables, como en la actualidad.

He estado escribiendo pensando en España y en Europa. Pero si consideramos la población mundial, lo dicho puede multiplicarse por mucho, siguiendo un patrón que ya conocemos: El cristianismo nació en Palestina y se irradió al mundo antiguo. Cuando estuvo asentado con fuerza en el mundo conocido, el cristianismo palestino decayó y hoy es prácticamente una reliquia. Cuando el mundo antiguo se amplió, el cristianismo se extendió al nuevo mundo y se ha ido enfriando en el antiguo mundo, aunque en menor grado – hasta hoy – que en Palestina. No ocurre nada que no hayamos visto ya en la historia. Hoy las religiones protestantes hacen, en los mundos antiguo y nuevo, la función que realizó el Islam en Palestina.

Los mayores asisten más a la Santa Misa que los jóvenes. Es razonable que cuando la vida madura, y se puede enjuiciar desde la tranquilidad que da el liberarse de las coacciones del mundo, se pueda juzgar con mayor claridad. La proximidad al final hace que el hombre se atuse para estar presentable. Estoy seguro de que siempre ha sido así.

En el caso concreto de España y su juventud, no es de extrañar que la situación sea extrema, pues no debemos olvidar la catadura del gobierno que la dirige desde hace décadas; es el mismo partido genocida de los años 30, que parece sigue mostrando un enconamiento con la cultura y la vida tales, que sitúan a España como la última nación de Europa en aprovechamiento escolar, y la primera en abortos.