lunes, 25 de enero de 2010

Sexo

Hace tiempo que deseaba retomar el tema del sexo en este blog, pero me he ocupado demasiado en ver cómo hacerlo sin herir susceptibilidades. Incluida la mía. Y es que en España, eso del sexo es un tabú atávico. Y no me estoy refiriendo al tópico de la represión de la Iglesia Católica en tiempos de Franco - que eso lo dejo para la demagogia de la izquierda – sino a una arraigada concepción local del sexo, a la que contribuyó el cristianismo pero que no veo en la Sagrada Escritura.

¡En fin!, no se esos orígenes, pero sí veo que hoy, en España, el sexo es una obsesión que aturde y es una de las armas de alienación que utiliza el gobierno socialista para domesticar a la población. Hasta tal punto que, por ejemplo, ese gobierno ha conseguido que una gran parte de la población vea bien el crimen de seres indefensos, el aborto, pues es útil para un sexo sin barreras; cientos de miles de personas copulan sin preocuparse de las consecuencias, pues caso de engendrar, una simple maniobra acaba con la descendencia. Nunca, en la historia de la humanidad, se había primado el acto sexual hasta semejante extremo.

El sexo, en general, es bueno, gratificante y saludable para el cuerpo. De eso no hay duda. Esa es la baza que se esgrime para iniciar en él a los jóvenes y para alentar su práctica indiscriminada en todos; alivia tensiones, aumenta la sociabilidad, en los hombres previene en cierta medida en cáncer de próstata,… Leo en manuales escritos por médicos sesudos de universidades americanas, que no hay problema en su ejercicio, pues el cuerpo es sabio y se autoregula. Leo en uno de esos manuales, que es especialmente saludable la masturbación en los jóvenes, y que “no hay miedo de quedarse ciego, como se decía antes”, dice el manual citando los miedos que la Iglesia Católica, según ese manual, inspiraba a los jóvenes españoles en la época de Franco… ¡y el manual es estadounidense!

Poco hay que decir a todo eso. Solo matizar algunas cosas, que haré respondiendo a las siguientes preguntas:

1. ¿Masturbarse en exceso produce ceguera, como decía la Iglesia Católica, o cualquier otro mal?
2. El sexo, ¿favorece la sociabilidad?
3. ¿Es buena la práctica del sexo?

A la pregunta 1, “¿Masturbarse en exceso produce ceguera, como decía la Iglesia Católica, o cualquier otro mal?”, respondo: En toda una vida de educación en un colegio religioso - mi niñez, adolescencia y juventud -, en plena época franquista, jamás me dijeron los curas, o me dieron a leer, nada que dijera que la masturbación produce ceguera, o cualquier otro mal físico.

Sin embargo, en mi trabajo profesional como historiador, sí he leído y ya he comentado en este blog, que determinadas culturas se privaban de sexo en jornadas entes de las batallas, pues su experiencia era que la actividad sexual alteraba el carácter, amansándolo, lo que es evidente no interesaba en esos trances. Hay que señalar que ese amansamiento sí es muy interesante para someter a una sociedad.

También he conocido que un pueblo tan culto como el griego clásico, era muy desinhibido en cuestiones de sexo. Sin embargo, a los adolescentes se les colocaban trabas físicas para evitar la masturbación, pues la experiencia decía que el exceso de esa práctica en la época de crecimiento, les perjudicaba debilitándoles física y psíquicamente.

En general, muchas culturas han visto el sexo de manera liberal, pero ninguna ha hecho de él bandera de promiscuidad, con resultado de muerte (aborto).

En el terreno meramente físico, resulta que toda esa parafernalia del poder animando a la práctica desinhibida y continuada del sexo, en solitario o en compañía, contradice la experiencia de pueblos independientes y cultos. En el ser humano y desde el aspecto meramente físico, el autocontrol de la actividad sexual y su practica moderada, favorecen mucho más a la salud que su ejercicio al son de la demanda del instinto.

Por otra parte, eso es lo que nos dice el más elemental sentido común.

A pregunta 2, “El sexo, ¿favorece la sociabilidad?”, respondo: En mi juventud aprendí el dicho “si no quieres discutir en tus reuniones con amigos, evita los temas de mujeres, religión y política”. Hablar de sexo suele acabar en problemas. Es cultura popular.

Aludiría a otro refrán que también dice poco sobre la presunta sociabilidad del sexo. Se refiere a la conveniencia de no mezclar el trabajo (“la olla”, dice el refrán), con el sexo. También es cultura popular.

El hombre es un animal monógamo. El que sea monógamo no es una cuestión mía, ni de la Iglesia Católica ni de otras historias. Es mera antropología. Y siendo monógamo, parece ser que fue su sociabilidad, no su promiscuidad, una de las razones por las que el Homo sapiens, más débil físicamente, se impusiera al Homo neanderthalensis, más fuerte.

¿Qué ha cambiado desde entonces? Nada ha cambiado. La sociabilidad de la especie es una cuestión genética, que no tiene que ver con la práctica sexual. La sociabilidad de un determinado individuo, es una cuestión psíquica de cada uno, que cuando se sale de lo normal, puede tener mil causas.

Mi experiencia es que estar al lado de uno de esos subproductos de la sociedad moderna, liberados sexualmente, es un verdadero Calvario. El “que buena está esa tía”, o cosas semejantes, es una fórmula que interrumpe a menudo cualquier conversación, cuando hay confianza. He llegado a prescindir de compañías, aburrido de las constantes referencias a temas sexuales, en conversaciones de asuntos totalmente ajenos.

Ni que decir tiene la de amistades que se han roto por cuestiones sexuales como celos, intromisiones íntimas en las relaciones de pareja, prejuicios por asuntos como la homosexualidad,..

Mi opinión es que el sexo, sin una disciplina, fastidia la sociabilidad.

A la pregunta 3, “¿Es buena la práctica del sexo?”, respondo: En la pregunta 1, comentaba la opinión institucional de hoy y la enfrentaba a la opinión forjada por la cultura popular en la experiencia cotidiana. Pero cabe preguntarse, ¿es buena la práctica moderada del sexo? La respuesta inequívoca es que sí. Aunque debemos saber en que términos hablamos, es decir, respirar aire es bueno para el mamífero, pero malo para el pez. Me explico.

Para saber lo que es bueno o malo para alguien o para algo, lo primero que hay que hacer es conocer la naturaleza de ese alguien o algo; ¿es bueno el estropajo para la limpieza? Depende. Es bueno para una olla, pero malo para la piel de un bebé.

Así, para responder a la pregunta de ¿es buena la práctica moderada del sexo para el hombre?, debemos conocer la naturaleza del hombre y, en este caso, qué es eso de “moderada” en relación a lo que averigüemos del hombre.

Para creyentes y no creyentes, el hombre es esencialmente diferente al resto de los animales. Es decir, siendo un animal en el más estricto sentido de la palabra, según sabemos de siempre y hoy redundamos con el aplastante argumento del código genético comparado, siendo animales, somos esencialmente distintos. Esa diferencia esencial está muy razonada en la teología cristiana, pero para el no creyente puede generar confusiones, lo que le hace más vulnerable para ser manipulado.

Por ello, la respuesta a la bondad del sexo en el hombre, deberá tener en cuenta esa diferencia esencial con el animal, pues de otra forma será como aplicar el estropajo a la piel del bebé.

Sin entrar en el cristianismo, que plantea todo esta cuestión con claridad y coherencia meridianas, nos plantearemos la cuestión desde el punto de vista del no creyente, utilizando el sentido común y la experiencia humana.

Ya vimos que Homo sapiens es genéticamente, abrumadoramente, monógamo (lo de “abrumadoramente” va para los recalcitrantes que se agarran a esquemas sociales marginales y excepcionales para presentarlos como norma). Monógamo significa que cuando se empareja, lo hace con una sola mujer. Un macho con una hembra, celosos de su relación. Eso es lo que muestran más de 25.000 mil años de experiencia humana.

Esta experiencia multimilenaria monogámica es ya un dato, aunque también son monógamas algunas especies de animales superiores.

Otro dato es la característica humana de ser el único animal con celo permanente. Es significativo que siendo así, el hombre no esté en constante actividad sexual, especialmente si tenemos en cuenta que sí lo están el resto de los animales en sus períodos de celo. Freud intentó, sin éxito, explicar esta realidad.

Con esto nos situamos en una posición muy avanzada; como genéticamente monógamos, nuestro sexo natural es el ejercido entre un hombre y una mujer, y ese sexo natural lo ejercemos moderándolo naturalmente, obviando que vivimos en un celo permanente.

Cualquier alejamiento de nuestra naturaleza, nos producirá perjuicios, desajustes, psíquicos o físicos. No hay más que mirar a nuestro alrededor para ver lo angustiado de una sociedad manipulada por los sueños de la razón, que teniendo todos los elementos para ser feliz, es infeliz.

Esa es la sociedad natural del Homo sapiens. No hay más cera que la que arde. Y la experiencia dice que ese modelo ha producido la ciencia, cultura y tecnología de la que hoy disfrutamos.

Esto es para creyentes y para no creyentes.

Dejo al lector que medite sobre lo vulnerable que es el ser humano como sujeto de manipulación en el ámbito del sexo. Poseyendo un celo permanente que regula de forma natural, si se le crea un ambiente dónde se le excite la sexualidad, se le hará dependiente de ella y quedará en las manos de quien manipule ese ambiente. Hoy, el negocio del sexo está entre los más prósperos.

¿Queremos ir más lejos?, ¿queremos vivir la esencia de la felicidad de nuestra naturaleza? Pues vamos más allá.

Aceptar un Creador no produce violencia mental. Al contrario, no aceptarlo produce a algunos verdaderos quebraderos de cabeza para negar lo evidente. No hablo necesariamente del Dios cristiano. Hablo de un alguien ininteligible, que originó todo eso que nos rodea.

No es descabellado aceptar como creada, una ley natural que regula el universo y a sus criaturas. Es más, no aceptarla va contra el sentido común y contra la evidencia. Es evidente que todo sigue unas pautas, aunque estas a veces no son evidentes.

Esa ley natural impresa en todos los seres, incluido el hombre, se puede escribir, como casi todo. No me repugna al intelecto reconocer que una buena redacción de esa ley natural, una síntesis de la experiencia humana del Homo sapiens, está recogida en lo que conocemos como “Los diez Mandamientos”. Dice el Antiguo Testamento que esa redacción la inspiró precisamente el Creador del mundo. Podemos no creerlo, pero lo cierto es que el trabajo es muy bueno y resume lo que ha sido la razón de la existencia de nuestra especie, diez buenos consejos para ser hombre. Es una síntesis tan buena y que tan buenos resultados ha dado para la civilización, que puede creerse sin ruborizarse que es obra del propio Creador del mundo.

En lo que al sexo se refiere, nos instruye el Creador que debe ser monógamo, hasta el punto que ni tan siquiera de pensamiento puede dejar de serlo. Es la experiencia humana. No dice que el sexo sea malo, ni bueno… ¿cómo iba a decirlo se es parte de la creación? Da por supuesto que el sexo está presente en el hombre y le advierte que, para ser sexo digno del hombre, debe ser sexo ordenado y realizado con la premisa del amor, es decir, el sexo como medio, no como fin.

Luego, el Nuevo Testamento, matiza esos Mandamientos, síntesis de la ley natural. Puede no creerse la naturaleza de Jesús, pero es como negar que la aspirina quite el dolor de cabeza. Lo que dice Jesús sobre el sexo no contradice la ley natural ni se opone a nuestra naturaleza de Homo sapiens. Al contrario, Su enseñanza alivia el cuerpo, aclara la mente y produce un efecto sobre esa parte indescriptible que nos distingue de los animales, que lleva a producir todo lo grande que ha producido el hombre.

En definitiva, creo que practicado con moderación y conforme a la ley natural, el sexo es sano para el cuerpo y gratificante para la mente, beneficioso para el espíritu y formador de vida y cultura. Es el sexo monógamo, contenido y puesto al servicio del amor entre los esposos y de una paternidad responsable. Sin ello, el sexo es un instrumento de alienación, para hacer del hombre un animalillo dócil.