viernes, 6 de agosto de 2010

Dignidad y publicidad


¡Estoy hasta las narices! Es un dicho popular español, que quiere expresar cuando uno esta harto de aguantar alguna cosa.

Yo estoy hasta las narices de cómo los gestores de medios en España, administran la publicidad.

No soy una buena referencia como televidente. Desde que la televisión incorporó el color, sustituyó la creatividad por el brillo, y dejó de interesarme. Hace años que veo muy poco la “tele”. La radio la dejé de escuchar cuando la COPE se hundió y a internet entro para cosas como la que estoy haciendo. Y muy poco.

Pero hace ya tiempo que el exceso de publicidad me fue alejando de los últimos jirones de televisión que entraban en casa. No puede ser que estés viendo un documental o una película y, tras un intermedio de un cuarto de hora, o más, ya no recuerdes qué estabas viendo. Prefiero alquilar la película. Desde luego, no me compensa un canal de pago pues el pagar no baja mi listón de exigencia, ni me da más tiempo para ver la televisión.

Huelgan las palabras. Quien vea bien esa forma de insertar la publicidad en las programaciones, creo que tiene un problema de identidad.

Como detalle positivo, la televisión estatal ya nos da la basura sin publicidad, con alguna excepción cinematográfica, que veo, si puedo… ¡gracias tirano!

Ser huérfano de televisión no me ha importado. Era una madrastra imprevisible.

Pero el otro día entré, como hago a menudo, en ese blog de éxito que con tanta crudeza nos habla de la Iglesia Católica desde el púlpito de una torre, y me encontré con una publicidad agresiva que me oculta la lectura y me regatea si la intento eludir. El anuncio me tomó el pelo un rato y me fui.

¿Es posible que desde una página católica, como es la de Intereconomía, se ningunee de esta forma al semejante? ¿Es más importante la publicidad de unos calzoncillos que el informar al prójimo de cómo andan las cosas de casa?

¿Qué de algo ha de vivir Intereconomía? ¡Pues claro! Ha de vivir de la publicidad, pero la publicidad no ha de estar por encima de la dignidad de sus lectores… ¿o cree Intereconomía que sus lectores no tienen dignidad? No hay que olvidar que el favor no lo hace el medio al cliente, sino el cliente al medio. Sólo en El Corte Inglés, hasta el empleado más precario te trata como si te hiciera un favor atendiéndote, como si por ser empleado se le hubiera pegado algo de la genialidad del dueño. ¿Va Intereconomía por ese camino?

He entrado tres días consecutivos en la página de referencia, y una vez verificado que no fue un pronto, sino que es un modo de entender la manera de ganar dinero, que es la misma manera de todos, cristianos o paganos, he decidido no volver a entrar en esa página hasta que lo pueda hacer sin intentar regatear un anuncio que me puede, siempre.

¿Cuál va a ser el efecto de esta rebeldía? Ninguno apreciable, pues de mis pocos lectores dudo que alguno se ponga a la sombra de la cigüeña, a leer las vicisitudes de la paciente Iglesia Católica.

Pero para mí, es un paso más en mi progreso para ser persona. Renuncio, por dignidad, a una página escrita por una persona creo buena y lista y que me interesaba y distraía.

Me queda la página del Vaticano y el foro de aficionados a los caracoles y babosas. Dos ámbitos dispares, pero entrañables.