miércoles, 12 de octubre de 2011

Buenos modos

Titulo esta nota con una acepción de “urbanidad”, que he encontrado en el “Diccionario de la lengua española” de la R. A. E. Lo hago porque quiero seguir hablando de buenas formas, de urbanidad.

Como muchos, utilizo el correo electrónico para comunicarme. Es más cómodo, rápido y barato que el correo convencional, cuando el interlocutor tiene también acceso a ese recurso.

Pero utilizar la tecnología no implica perder las formas sino que, en casos como este de la correspondencia, exige cuidarlas en mayor medida.

Es frecuente que envíe correos electrónicos que se quedan sin respuesta, para que luego, al cabo de los días, cuando el interlocutor me necesita y se pone en contacto conmigo, se de la siguiente situación:

- ¿No recibiste mi correo?, le pregunto.

- Si.

- ¿Porqué no diste acuse de recibo o señales de vida?

- ¡No era necesario!

Mi reacción inmediata es catalogar a mi interlocutor como un pelo de puerco, y como tal lo trato en lo sucesivo.

Dar un acuse de recibo no es una cuestión técnica – las cuentas de correo devuelven automáticamente los destinatarios erróneos – sino un cuestión de cortesía, de consideración hacia el que escribe.

Esta grosería alcanza el esperpento cuando con el correo se está haciendo un favor a la otra parte. En diversas ocasiones he remitido por correo documentos o materiales que alguien me pide y que desde luego no le cobro, a pesar de tener un coste para mi y un beneficio para él. Una vez enviado, remito un correo al interesado anunciando la salida; lo normal es que ni me acusen recibo del correo… ¡ni del envío cuando les llega! No, la zafiedad es moneda común.

Y siguiendo con la cortesía, tampoco cuesta nada escribir en un tamaño de letra que se lea sin dificultad.

Y sin faltas de ortografía. ¿No hay correctores ortográficos en los correos?, ¡pues un poco de atención! Una cosa es la errata o la falta solitaria, fruto de las prisas, otra es escanciar con disparates el texto que escribimos.

Empezar con un saludo es elemental. ¿Tanto cuesta mantener la cortesía? ¿Y un adiós – o equivalente - al final?

¿Y aquellos que inundan a sus conocidos con correos despersonalizados, reenviados, en los que chistes o noticias de dudoso gusto o historias sensibleras, les hacen perder el tiempo a ellos y a los que los reciben? Generalmente se remiten desde el puesto de trabajo, lo que deja en evidencia su sentido de responsabilidad y de fidelidad para con su empresa. Yo los borro sin habrir.

Las herramientas no son justificación de la tosquedad. Un espíritu sensible lo es escribiendo con pluma de oca sobre pergamino o con el teclado de un ordenador. De hecho, el correo electrónico es otra forma de dejar con el trasero al aire a maleducados.

Cuando no recibo un acuse de recibo o cuando abro correos que parecen escritos por un niño, inmediatamente clasifico al remitente como un mal educado. Hoy eso no importa, pero creo que no es de fiar quien no sabe, o no puede, ni tan siquiera, guardar las formas.