lunes, 29 de octubre de 2012

Semáforos



El origen último de nuestra crisis económica es la falta de valores – de valores de contrastada calidad, como son los valores occidentales - y esa falta de valores lleva a la corrupción, entre otras cosas. España es hoy un país profundamente corrupto.

Pocos lectores me discutirán esto. Me refiero a que España es un país corrupto De la crisis y los valores ya hablamos el pasado 16 de septiembre.

Quiero traer hoy al caso dos ejemplos asombrosos, que hacen ver el nivel de corrupción en nuestra sociedad española. Es un detalle nimio en comparación con el todo, pero como el lector sabe, una buena maqueta suele ser muy útil para comprender el funcionamiento de aquello que representa.

Voy al grano. Llevo tiempo pasando por un cruce de dos calles principales en un municipio catalán gobernado desde siempre por la izquierda. Un buen día veo que están instalando semáforos nuevos. Hasta aquí, todo normal.

Al cabo de poco tiempo, vuelvo a pasar con las obras acabadas. No doy crédito a mis ojos y cuento ¡49 puntos de luz en el cruce! … semáforos con tres luces para los coches, luces intermitentes en ámbar, luces para peatones… ¡49 luces en un solo cruce!

Hay que ser un depurado pícaro para ingeniárselas y realizar tal inversión semafórica en un cruce. No me cabe la menor duda de que los semáforos dejan comisiones sabrosas; de otra forma nadie se atreve a quedar en evidencia de esa forma.

En un municipio aledaño al que he referido, también socialista de toda la vida, me encuentro con una “rotonda”, ese invento para hacer más fluidos los cruces y evitar los semáforos. Es una rotonda fenomenal, con gran visibilidad, muy amplia y con un detalle que no había visto nunca; ¡hay semáforos a la entrada y salida de cada acceso!

Esos semáforos - en número que ronda ¡los 100 puntos de luz! - consiguen que en las horas punta se formen colas fuera y ¡dentro! de la rotonda; cuando un semáforo de acceso se pone verde, el de la salida contigua está en rojo e impide que se entre en la rotonda. En las horas flojas, llegas a la rotonda inmensa, vacía, y si no tienes suerte debes para un par de veces, una para entrar y otra pasa salir. La inversión en semáforos ha sido también aquí descomunal y el consumo anual en tiempo y combustible de los automovilistas impresionante. Aunque recientemente ha cambiado el signo político de la alcaldía, todo sigue igual al respecto.

Son sólo semáforos, de acuerdo, pero es un escaparate de lo que pueden hacer los responsables municipales, en la cara de todos, para sacarse un sobresueldo. Ya atisbamos por los medios lo que hacen a nuestras espaldas.

Es absolutamente imposible detener la corrupción desde fuera. La izquierda fracasó llevando el control al extremo, con el sistema del terror de los comisarios políticos, que acabaron siendo una casta privilegiada, como la de los sindicatos, los políticos, los banqueros o los jueces, con honrosas excepciones, naturalmente.

Con el sistema de valores que han inculcado las fuerzas actuales, no son ya sólo los mencionados los que se aprovechan de los débiles, sino que los mismos empresarios abusan de sus empleados, a los que a veces ni pagan excusándose en la crisis. ¿Quién fiscaliza que un chaval no trabaje diez horas diarias cobrando el salario mínimo? Y encima, el chaval resignado porque es un privilegiado con empleo.

Y si seguimos en el escalafón, ¿qué no hacen muchos trabajadores, para prevalecer entre sus compañeros?

La bandera roja preside nuestras relaciones sociales. ¡A degüello!... qué triste.

Todo es inútil sin valores civilizados en el corazón. Los valores que nos han hecho personas.

¿Qué esos valores son complejos? ¡En absoluto! Si se me apura, se pueden reducir a dos, para los más elementales que no quieran memorizar; uno, existe un Ser superior al que nos debemos y por el que se justifican todos nuestros sacrificios; dos, a nuestro prójimo le debemos la misma consideración y respeto – para el que tema pronunciar la palabra amor - que debemos a nuestra madre, a nuestros hijos o a nosotros mismos.

Con algo tan elemental que ha construido durante dos mil años, con más luces que sombras, nuestra civilización occidental, no harían falta semáforos.

jueves, 18 de octubre de 2012

Luz del mundo


A veces recomiendo libros. Hoy es una de esos “a veces”.

La mayor parte de los conflictos que conozco, se deben a la ignorancia. Las partes se pelean sin saber de qué hablan. La ignorancia es uno de los grandes males de los enemigos de buena fe de la Iglesia Católica, que la denostan en base a la desinformación  de los medios.

“Luz del mundo” es una forma sencilla de conocer algo más de cerca a la Iglesia Católica y al Papa. El contenido del libro es una larga entrevista que está suficientemente detallada en la portada del libro, que reproduzco arriba. Su lectura la puedo recomendar tanto para amigos y enemigos, estos últimos tanto de buena como de mala fe.

Para amigos, porque les aclarará muchas cosas que quizás no conozcan o tengan mal entendidas y les dará una visión muy cercana del Papa.

Para enemigos de buena fe, porque encontrarán una imagen elemental pero clarificadora de lo que son la Iglesia Católica y el Papa, punto de partida fundamental para edificar odios de verdad o para despejarse la vista y asomarse sin prejuicios a la fe católica.

Para los enemigos consolidados, porque es un medio de activar su adrenalina y exponerse al riesgo de ver la luz blanca en lugar de la luz negra. Los retos rompen la monotonía de las almas inquietas.

jueves, 11 de octubre de 2012

Banderas y sociología


Ahora que está de moda el independentismo pues la oligarquía catalana está removiendo el asunto con un palo, podemos ver en algunos balcones banderas catalanas.

No todas son iguales. Las hay de tres modelos, que presento arriba. No he encontrado razón de cada una, pero el estudio de los bergantes que llevan esas banderas en las manifestaciones, me ha permitido llegar a una conclusión que creo es sociológicamente científica.

El modelo A, es el más habitual, por accesible y barato. Se vende a granel en las mercerías. También se vende a metros en los chinos, junto con graneles de banderas de España y del Barça.

El perfil de catalanista del modelo A, es el de una persona “hecha a sí misma”, …en fin…, de cualquier procedencia, que lee “El periódico”, ve programas de televisión de reality show y del corazón y, los más avanzados, se pierden por las televisiones autonómicas en algún programa de gracias astracanadas que caracterizan a la actual cultureta catalana. Muchos de ellos llevan la uña del dedo meñique especialmente larga. Sus utilizantes son “catalanistas”, no “separatistas”. Para ellos, ser catalanista es hablar en catalán; por descontado no significa conocer la cultura catalana, que respetan pero ni conocen ni les interesa conocer.

A esta bandera, la más extendida, se la conoce como “senyera” y su principal característica es que es barata.

El modelo B entra ya en la categoría de “estelada”, por la estrella.

Es esta una bandera sofisticada, pues utiliza nada menos que tres o cuatro tintas (azul para el triángulo, rojo para las barras y amarillo para el fondo, con la reserva del blanco si ese es el color de la tela). Es un símbolo complicado que combina los colores tradicionales (rojo y amarillo) con las formas y colores noveles de la estrella de cinco puntas blanca y el triángulo azul.

Ahora que la oligarquía se ha volcado en el proyecto independentista, el modelo B se ve más a menudo.

El perfil del modelo B es el del advenedizo que hace méritos gastándose un dineral en ser más independentista que nadie. Suelen ser personas que se presentan como Jordi Martínez, Ernest González, Miro (por Eldemiro) López, Pep Rodríguez… por citar algunos de los entrevistados.

Como la catalanidad de esos perfiles sociológicos responden a una compleja mezcla de servilismo y complejo de inferioridad (“el charnego es inferior”), su actitud es la más radical y, aunque a corto plazo son inofensivos, estos especímenes son los que, si las circunstancias políticas les ofrecen impunidad, encabezan los “progroms”.

Por último, el modelo C es la bandera estelada en versión económica, la que realmente responde al perfil del catalán independentista; el que quiere probar la independencia, pero sin que le cueste muchas “pelas” (argot de la antigua peseta, base del dicho catalán “la pela es la pela”). Es una bandera independentista barata, que como verá el lector no encarece la tradicional, pues continúa con los dos colores. En su contra, está el que no se vende a granel de metros, por lo que no se pueden reunir los amigos, comprar tres metros y cortarse cada uno un trozo, solución realmente catalana.

El perfil del ciudadano que utiliza el modelo C es el de una buena persona, generalmente culta, conservadora, votante hasta la fecha de CiU, amante de la familia, trabajadora aunque ahora esté en el paro y, sobre todo, pacífica, por lo que prefiere comprar la estelada versión económica, en lugar de coser una estrella en la bandera clásica, modelo A, que cada año pone en su balcón el día de la diada. En cuanto al independentismo, lo asume coyunturalmente, es decir, “por si acaso”.

Nota: Ruego que el lector que asuma que aunque este estudio es científico, la sociología no es una ciencia exacta.

"Independentizmo" catalán


No puede haber paz sin justicia. Y en Cataluña no hay justicia.

El otro día vi al Mas, el cesarillo catalán, eufórico porque ha conseguido emular al general Franco, reuniendo una borregada nacionalista en el Camp Nou.

Mas, ya sin recato, prohíbe el español, el castellano, en Cataluña. Prohíbe el idioma que enriqueció económicamente a su familia y a la oligarquía catalana en la posguerra, a la sombra del citado general Franco. ¿Es Mas un hombre valiente?

Esos tiranuelos de opereta no son valientes. Son descerebrados. El gozo que inundaba a Mas el día del Camp Nou no era normal, respondía más bien a aquello de “si no lo veo no lo creo”. Estaba tan eufórico como el presidente de mi comunidad de vecinos cuando consigue que en la reunión haya quórum: “caramba (él dice otra cosa), ¡qué importante soy!”.

A base de machacar cerebritos con toda la parafernalia mediática catalana, consiguió montar la becerrada en el Camp Nou. Unos “nacionalistas” que tragaron con un “president de la Generalitat” andaluz sin nivel “C” de catalán. Sin comentarios. También yo conseguí que me vitorearan el día de mi santo, aunque me costó un riñón la invitación a los vitoreadotes. Y también muchos de mi pueblo votaron socialista, a base de bocata y cinco mil pelas per capita. Mi santo me costó un pico, pero también me tocaron el bolsillo las votaciones de mi pueblo y esa fiesta del Camp Nou en la que no participé… y a ti, lector.

Mas está crecido y Rajoy hecho un bobo, como ya pronostiqué en su día.

Mas prohíbe el español cada día en más ámbitos. El otro día mi vecino preguntó a su hijo de cuatro años, castellanoparlante que cursa en un colegio concertado catalán:

- ¿La profesora te habla en castellano?
- No, papá.
- ¿Por qué no le pides que te hable de vez en cuando en castellano?
- No, porque se enfada.

Me puse en el papel del padre. Ponte tú también en su papel por un momento, lector. La profesora se llama Rodríguez y está intentando destrozar la herencia cultural de tu hijo en nombre de la catalanidad. ¿Hasta dónde puede hacerlo? ¿No se les han de parar los pies a esa basura mercenaria, y a sus amos, que practica el genocidio cultural?

Mas nos reprime y Rajoy, con su sonrisa mema, no nos defiende haciendo que se cumpla la ley… ¡eso del catalán es un asunto de provincias!

Planteémonos llamar a somatén a todos, catalanes, castellanos, vascos, gallegos, andaluces,… afincados en Cataluña y que estén por la libertad. La cobarde represión de Mas y de su oligarquía no es una herencia catalana, es la miserable pasión por el poder y el dinero nacida en un alma prostituida.

Solo una vez erradicado ese falso catalanismo mestizo, sibilino y represor, con toda la chusma que lo sustenta, se podrá pensar en edificar una Cataluña basada en el gen catalán, que es justo, conciliador, perseverante, innovador y valiente.

Cataluña se ha abierto paso y ha despertado admiración históricamente, hasta que esa basura mestiza del catalanismo económico y nepótico, liderada en su día por el Jordi Pujol, de infausto recuerdo, redujo los valores catalanes al mero idioma, único valor que él y los suyos pudieron blandir, pues carecían de la nobleza, del espíritu de trabajo y de los valores del catalán.

Y hoy, decenas de Rodríguez, López, García, Pérez,… blandiendo lo que dicen banderas independentistas, nos pretenden decir a gritos, con violencia y coacción, lo que es Cataluña.

A Cataluña la define su Historia, no la historieta de esa chusma ni la verborrea de una casta política de advenedizos traidores hablando el barcelonés.