jueves, 22 de noviembre de 2012

Lo bello y la bestia.



El otro día hablaba de un pobre infeliz ("Wyoming y wyoming") que se auto-nombra como “gran Wyoming”. También comentaba que esa persona, con insistencia mayor de la que lo haría alguien psicológicamente equilibrado, reitera en su programa que es homosexual.

Esta noche, acompañado de un meritorio que utiliza de bufón, haciéndole ejecutar en ocasiones papeles humillantes, se mofaba del último libro de Benedicto XVI, “La infancia de Jesús”, editado hace unas horas.

Muchos conocemos las obras de Ratzinger, con las que se puede estar o no de acuerdo, pero nadie con un cerebro bien amueblado las tildaría de superficiales. Y, desde luego, no se leen con aprovechamiento en unas horas, que son las que el nuevo libro ha estado en los escaparates de las librerías… salvo que se sea “el gran” y su bufón.

Parece que ellos sí han leído el libro, lo han entendido y les ha parecido propio mofarse de él, y de paso de Benedicto XVI y de millones de personas que siendo cristianas o no, tienen el cerebro bien amueblado. No me ha molestado la parodia en sí, de nivel elemental, insípida y poco inteligente, sino ver el grado de degradación intelectual y moral de esa gente que “crea opinión”.

No lo he grabado, pero me gustaría haberlo hecho y utilizarlo como elemento pedagógico paras enseñar que:

- Aunque necesites un salario, hacer de bufón servil te degrada. Es más digno trabajar, por ejemplo, como reponedor de Mercadona.

- No todos los homosexuales son como “el gran”. Por el contrario, entre los homosexuales (no maricones) abunda la sensibilidad y la sensatez.

- El tono de la crítica de “el gran” y su triste comparsa dejan bien claro que no tienen que ser necesariamente mala gente, sino tremendamente ignorantes y zafios, lo que en el fondo es un atenuante.

Recomiendo, sin haberlo leído todavía, la lectura de “La infancia de Jesús”. Por lo que he conocido, Ratzinger no dice nada que los historiadores y teólogos no hayan dicho – aunque “el gran” y el otro lo ignoren – pero sin duda lo dirá con la sensibilidad y autoridad científica que acostumbra en sus escritos, valores estos que capta cualquier persona inteligente o sensible, al margen de su fe o condición sexual.

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