lunes, 11 de junio de 2012

Los católicos y sus imágenes.



Voy a comentar hoy sobre esa piedad que tienen los católicos, tan denodada por algunos, de ser devotos de imágenes de santos y vírgenes. Personas sin cultura religiosa, por descontado los protestantes - ¡no hablo de los musulmanes! - e incluso algunos católicos han puesto de manifiesto esa costumbre “absurda” e “irreverente” propia de los católicos (he leído en un afamado blog católico el alegato de un católico que se dice ”de pro” contra esa práctica).

¿Es una tontería eso de venerar imágenes? Yo tengo mi opinión, que daré luego, pero ya anticipo que creo que esa polémica es absurda e indica la falta de sentido común que padecen muchas personas. Déjame, lector, que haga una previa.

Cuenta la historia, que hace alrededor de trescientos años, un humilde monje carmelita barría una estancia del convento, inundado de santa alegría por el servicio que estaba prestando al Señor. En el trajín, le sacó de su ensimismamiento la presencia de un jovencito:

- ¿Quién eres tú? – le preguntó el fraile sorprendido.

En niño le contestó con una pregunta:

- Tú eres un fraile, ¿verdad?
- Sí, claro – le contestó desconcertado el carmelita.
- Y como fraile, sabrás rezar el Ave María.
- Desde luego, sé rezar esa oración.
- Pues rézala para que te oiga – le pidió el dulce jovencito de ojos azules.

Y el carmelita, sin planteárselo, rezó:

- “Dios de salve María. Llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús”...

En ese momento el niño, con voz suave, le dijo:

- Ese soy yo.

En ese instante, el carmelita dejó de ver al niño. Y reaccionó modelando en cera la imagen del Niño que se había grabada en su cabeza. La Historia bautizó a esa imagen como “El Niño Jesús de Praga”, por la localidad en que se conoció y es muy socorrido por los numerosos y asombrosos milagros que se le reconocen.

El principio de la historia de esta imagen no es fácil de encontrar en los textos de divulgación, pero sí los muchos milagros que se le atribuyen a Jesús bajo esa advocación y otras circunstancias históricas sorprendentes. Todo esto puedes creerlo, lector, o no. Incluso si eres católico puedes no creerlo, pues la Iglesia te deja libertad para creer en apariciones y milagros.

Y vamos ahora al tema que nos ocupa. El fraile carmelita, impresionado por lo que vio, quiso guardarlo en su memoria y reproducirlo; e intentó plasmar en cera la imagen de la forma más fiel posible. Si hubiera podido fotografiar al Niño, lo habría hecho, pero entonces no existían esos recursos y, de existir, él era un carmelita pobre y no los hubiera tenido a su alcance.

¿No ocurriría lo mismo a los testigos de las apariciones de la “Señora” en Lourdes? Tras ver los hechos sorprendentes que rodearon a la jovencita Bernadette en las apariciones de la Virgen, ¿no es razonable que se intentara plasmar a la responsable de tanta maravilla en una imagen para mantener su recuerdo?

La respuesta no es más que sí, que las imágenes no son más que “recordatorios” de personas o circunstancias que se quieren recordar, tener presentes. Y eso es de lo más normal, humano y extendido y, desde luego, nada censurable. ¿Quién no se viene de un viaje cargado de fotografías que luego clasifica, ordena, rotula coloca en álbumes y, las más preciadas, amplia y enmarca? Y lo que hace todo mortal con sus recuerdos triviales de un viaje turístico, ¿no es razonable que lo haga un católico con las imágenes de las personas que han destacado por su bondad?

El turista enmarca su foto preferida, y la enseña a sus amigos, y la contempla recordando el momento que le inspiró la fotografía, en fin, se recrea espiritualmente con ella. ¿No ha de hacer lo mismo un católico con una persona reconocida por la Iglesia como de vida heroica y ejemplar, o del mismo Jesús y de su madre la Virgen María?

Pues esos son las imágenes. Se adora a Jesús representado artísticamente en imágenes y se venera a la Virgen y los santos representados en sus imágenes. No se adora y venera a unas estatuas o a unos cromos, porque sería estúpido y, además, está gravemente prohibido por una tradición bíblica de cinco mil años. No. Quien así lo hiciera sería un chalado, antes pagano. ¿Alguien se cree que la foto de la casita suiza que tomó en su último viaje, es realmente una casita suiza? No, claro; le evoca un momento de su viaje, pero no es su viaje. Es más, si verdaderamente los católicos consideraran esos objetos materiales como parte de su fe, la manera de acabar con el catolicismo sería destruir sus imágenes, pues se destruiría su fe. Sin embargo está contrastada empíricamente la infructífera acción tenaz de los iconoclastas; y que los católicos sobreviven perfectamente sin imágenes; y que es “tradición” católica esperar el martirio en celdas abyectas, sin imágenes. Es decir, aún sin imágenes hay fe católica y hay católicos.

La devoción católica a las imágenes es algo natural, consustancial a la sensibilidad humana y un sentimiento que ponen en práctica muchísimas personas, día a día frente a escenas intrascendentes o no; quien no ha sentido aflorar a sus ojos las lágrimas al mirar la foto de sus padres, fallecidos tiempo ha, no es una persona normal. Y en ese trance, ¿está llorando por un trozo de cartulina?… no, lo hace porque al estímulo del recuerdo siente revivir su amor a unos seres allí representados.

Lo triste es cuando alguien no tiene qué recordar, o se avergüenza de sus recuerdos.