jueves, 31 de enero de 2013

Aborto



El aborto es un crimen. El aborto sistemático un genocidio. No hay vuelta de hoja. Uno puede estar de acuerdo o no con el crimen y con el genocidio, pero son ellos los que califican la realidad, no la realidad la que se adapta a sus criterios.

Muchos son seguidores de Stalin, criminal y genocida. Justifican sus crímenes por una causa mayor ya que libró al mundo de no comunistas stalinianos. Pero no pretenden que Stalin fuera una hermanita de la caridad.

Con el aborto lo mismo. ¿Está usted de acuerdo con el aborto? Pues bien, ya se sabe dónde está usted. Ahora, que me quiera hacer creer que el aborto no es lo que es, resulta de imbécil.

Porque un practicante de abortos lo haga con la complicidad de un forzado ambiente social y con la connivencia de jueces, no deja de ser una acción criminal o, si procede, genocida.

La diferencia entre el stalinista y el abortista, es que el primero daba la cara como criminal por motivos ideológicos, mientras que el segundo va de victimita por motivos de negocio.

El aborto es un crimen. Y quien lo practica es un criminal. Y no pasa nada, no nos hemos de escandalizar por esa nomenclatura, sí por esa realidad. ¿No era legal la esclavitud? ¿O el asesinato de los niños espartanos que nacían con taras? ¿O la tortura y descuartizamiento como sentencia legal?  Pues ahora es legal el crimen del aborto, y ya está. ¿Para qué vamos a cambiar el lenguaje y la ciencia?

En lo que a mí respecta, no me fío un pelo de un abortista. Quien es capaz de asesinar por dinero o por comodidad, ¿qué no hará conmigo si es mi socio, empleado o jefe?

domingo, 20 de enero de 2013

Un adiós.



El próximo julio hará tres años, que escribía aquí sobre una sonrisa (http://porsupropiopeso.blogspot.com.es/2010/07/una-sonrisa.html).

Para nuestro bien, todo lo humano es perecedero. Es imprescindible perecer para alcanzar la plenitud, para bien o para mal.

La protagonista de aquella sonrisa acaba de alcanzar su plenitud. Nuestro egoísmo nos hace entristecernos, pero lo que nos perfecciona es superar esa tristeza para alegrarnos de que alguien a quien apreciamos, admiramos o amamos, haya pasado a una vida plena. No es fácil, pero la vida nos da más de una ocasión para practicar esa virtud.

Confío en la voluntad de Dios, que nos mostró su generosidad desbordante con el vino de Caná, con los panes y con los peces. Y si se llevó a su lado al buen Dimas, ¿no va a querer tener a su lado una sonrisa inocente?

martes, 15 de enero de 2013

El yoga.



Hace tiempo que leo en páginas católicas sobre lo pernicioso del yoga. Sí, el yoga, esa técnica de relajación traída de Oriente y que tanto ha enraizado en Occidente.

No recuerdo cuando empecé a practicar yoga, pero si puedo decir que era muy joven y que me inició mi abuelo, una persona excepcional moral, humana e intelectualmente. Nunca me hubiera enseñado nada pernicioso.

Dejé de practicarlo con disciplina al principio de mi madurez, aunque algunos ejercicios me han acompañado toda la vida. Cuando dejé la relativa asiduidad del yoga empecé con la disciplina del montañismo, siempre rozando mis límites y siempre saliendo airoso con tenacidad y disciplina. No soy ni he sido fumador ni bebedor, y en eso me ha ayudado, creo, el yoga. Tampoco me he desbocado en otros aspectos de mi humanidad, aunque en eso no me ha ayudado el yoga, sino mis principios éticos con lo que ellos conllevan.

Comento todo esto, no para engañar al lector induciéndole a pensar que soy una persona cabal, ¡ca!  Lo digo para expresar mi opinión sobre el yoga.

Cuando mi afición al yoga, todavía coleaba una gran estima hacia la gimnasia sueca… ¿recuerdan? La gimnasia sueca era una técnica para mantener el cuerpo sano. Para muchos era poco menos que una panacea, y como no era nada violenta, resultaba muy accesible.

El yoga la superó pues además de un ejercicio para el cuerpo, era un ejercicio para la mente. Algo más completo en su ámbito de trabajo. Antes se vivía mejor y se necesitaban menos relajos para las tensiones cotidianas, por lo que la gimnasia sueca era más que suficiente.

Pero una y otra, con sus cualidades y limitaciones, no son más que una técnica, una herramienta. Y una buena herramienta es algo magnífico, pero no hay que pedir peras al olmo. Y pedir peras al olmo es hacer del yoga una piedra filosofal, o un algo trascendente, o una filosofía, o lo que sea más allá de una herramienta para poner el cuerpo a tono.

Es decir, por muy experimentado que sea en la relajación, no resolveré un problema de matemáticas si no estudio matemáticas. Si practico yoga, quizás aprenda a concentrarme y a aprovechar mejor mis capacidades, pero sin matemáticas no hay aprobado, por mucho yoga que practique.

Y con la vida ocurre lo mismo. El yoga me ayudará a afrontar las situaciones con una mejor infraestructura corporal, pero no me ayudará a afrontarlas con  mejor o peor criterio, pues para eso está la moral, que no es yoga ni nada tiene que ver con el yoga, y que lo supera; sin yoga se puede vivir, pero sin moral no.

Por eso cuando un sacerdote católico alerta sobre el yoga, creo que en realidad lo que está haciendo es alertar sobre la utilización inapropiada que se hace de la herramientas del yoga. El yoga es, hablando sencillo y pronto, una gimnasia integral; el que medita en el yoga, medita, no reza; hacer del yoga un modo de vida, es como hacer del ciclismo un modo de vida; el yoga nos ejercita el cuerpo y la mente, pero no tiene capacidad para hacernos mejores como personas, en el sentido, el único correcto, que tiene la palabra persona.

Si el objeto del hombre es la trascendencia, con el yoga nunca llegaremos a ella, como no llegaremos practicando karate o fútbol.

La trampa del yoga para las mentes desorientadas es que como alcanza el nivel mental, parece que es más, y se quedan en ello. Es el mismo peligro del culturismo, pero claro, en el culturismo es más evidente su limitación porque se queda en los músculos, por eso hay menos personas que piensan que el culturismo es un fin en la vida.

Está bien el yoga. Pero está bien como lo que es, un instrumento. No es oración, como decía antes; hacer yoga es hablar con uno mismo, hacer oración es hablar con Dios. El yoga nos da un buen tono corporal para el día a día, la oración nos hace inmortales.

No puede haber progreso espiritual con el yoga y su meditación, porque no es una herramienta diseñada para eso. El tópico de los monjes tibetanos está mal planteado, pues para ellos el yoga es un medio, no un fin. Hacer del yoga un fin es, grosso modo, como hacer un fin de la llave inglesa, herramienta terriblemente útil, pero intrascendente.