Hay personas que aplican a la amistad el
criterio económico de “coste beneficio”, que en síntesis consiste en elegir entre varias opciones teniendo en cuenta la satisfacción que esperamos de esa opción; es
decir del sacrificio o inversión que tenemos que hacer para alcanzar esa
opción. La mejor opción será la que nos
ofrezca una mejor relación “coste-beneficio”, es decir aquella en la que
invirtiendo un menor esfuerzo obtengamos un mayor beneficio.
Este criterio tan obvio en economía resulta
igual de obvio en sociología, aunque nos lleva a conclusiones no siempre
concluyentes, por qué la satisfacción en una compra es algo que queda en
el comprador y en principio no tiene que afectar a terceros, a no ser que
compremos una escopeta para matar a alguien. Naturalmente este ejemplo es una
broma pero el concepto sí que nos vale.
Si aplicamos este criterio
fundamentalmente económico a la amistad, podemos llegar a situaciones límites
de una absoluta falta de caridad y de egoísmo patológico. Sería elegir los
amigos en función del rendimiento que nos pueda dar esa amistad según el
esfuerzo que nos suponga mantenerla.
Es en definitiva es a lo que se refiere el
refrán popular de “quién a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”.
Este refrán tiene muchos años y lo que dice es verdaderamente práctico y muy evidente, tanto que en el mundo de lo
intrascendente es bueno tenerlo en cuenta pues a nadie le apetece estar en la
solana de la vida pudiendo estar a un buen cobijo.
Pero en el mundo de lo trascendente puede
llevar a un grado de inmoralidad extrema por trasladar relaciones personales al ámbito del utilitarismo ajeno al fundamento real de la naturaleza humana. La relación
de amistad está basada en valores trascendentes e inmateriales y aplicar a esa
relación criterios materialistas la desvirtúa y despoja de su verdadero
sentido.
No es extraño que en la sociedad actual tan
tocada por el materialismo, muchos apliquen a la relación de la amistad lo que
dice el refrán citado. Es más, una forma
definitiva de valorar hasta qué punto uno está inmerso en el espíritu
materialista, es ver que clase de amigos tiene o, mejor, cual es la
relación con los amigos que tiene.
Cuándo viví como pastor y agricultor en Almería
me percaté de que allí la gente se trata en el lenguaje coloquial de amigo; “…qué
tal amigo”, “…que hay amigo”, pero en
realidad no es más que una fórmula social que no implica nada y que desvirtúa
completamente el contenido de la palabra amigo. Sin embargo las personas que
realmente me querían nunca me llamaban amigo, aunque constantemente me estaban
mostrando su amor y amistad.
Este contenido fatuo y vacío de la palabra amigo es el que rige muchas ocasiones en nuestra sociedad moderna. Muchos de los que hoy se llaman amigos en realidad no son más que conocidos que merodean a la búsqueda de personas a las que aplicar este criterio de “coste beneficio” del que hablaba.
Este contenido fatuo y vacío de la palabra amigo es el que rige muchas ocasiones en nuestra sociedad moderna. Muchos de los que hoy se llaman amigos en realidad no son más que conocidos que merodean a la búsqueda de personas a las que aplicar este criterio de “coste beneficio” del que hablaba.
De relacionarte con estos merodeadores, acaban siendo personas con las que no puedes contar para nada o para casi nada y que desde luego, en las que no te puedes apoyar espiritualmente ni buscar un soporte profundo. Son sólo personas que sirven para ayudarte en un recado o para pasar un rato de ocio, teniendo presente que si no te sacan algo al entrar te lo sacarán al salir pues ese es el verdadero fin de esa relación de supuesta amistad.
A esos “amigos” el divertido escritor español Enrique Jardiel Poncela les llamaba amigos póliza, porque no valen más de unos céntimos y están siempre pegados.
Tú los conocerás lector son, aquellos “amigos”
que tienes siempre al lado mientras los invitas y estás alegre, pero que
desaparecen de tu entorno en cuanto vislumbran que tienes problemas. Tú,
querido lector, sin duda tienes también buena experiencia de “amigos póliza”, pues el
caldo de cultivo con falta de valores trascendentes del mundo actual favorece
el desarrollo de esa especie.
Moraleja, es bueno rodearse de un entorno
social agradable y divertido pero no hay que confundir lo que es la
superficialidad de la relación con una persona que tiene don de gentes, con la
espiritualidad que implica una relación de amistad. De hecho tenemos muchos
conocidos, pero si haces cuentas verás que verdaderos amigos se tienen uno o
dos en toda una vida.
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