iempre he sido nacionalista catalán, lo que ha llevado implícito y latente un germen de racismo. No voy a autoengañarme.
Sí, de haberlo cultivado, hoy podría ser racista.
Pero como no carezco de
sentido común, sé que ese sentimiento de superioridad carece de cualquier base
racional o científica y que, de dejarlo
crecer, puede llegar a dominarme hasta la irracionalidad. Por eso lo rechazo y
me quedo en nacionalista.
El separatismo catalán es una
cosa de hoy, pues el renacimiento catalán se basó en el nacionalismo, en lo
político, y en los valores tradicionales catalanes en lo cultural, valores que
podemos simplificar en el “seny” y en el cristianismo.
Sin embargo, el separatismo
arremete contra la tradición catalana, colocando una estrella ridícula
invadiendo las cuatro barras, es anticristiano y es absolutamente ajeno al “seny”.
El separatismo está basado
en un supremacismo sin fundamento, en la violencia, en la extorsión, en la
represión y en el latrocinio.
El patético napoleón de Waterloo
no es un héroe, es un delincuente común y cobarde.
Si Cataluña valiera algo para
él, estaría en la cárcel dando ejemplo de sus valores.
Pero sus valores son los del
buen vivir, que es de lo que está dando ejemplo llenando su barriga y azuzando desde su palacete a los que desprecia,
para que ejerzan violencia en su nombre.
¡Menudo cobarde! Ese fulano
es separatista, pero no es catalán.
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