viernes, 10 de julio de 2020

Conquistando la Libertad.

El otro día tuve una nueva crisis que me llevó al hospital. Como no llegué a perder el conocimiento pude coger un taxi y llegar por mis medios a urgencias, donde me esperaban. Todo fue bien. El  trato resultó  afable hasta que me hicieron el TAC, en que pasó a ser un trato maternal; se debieron sorprender al ver que semejante deshecho humano había llegado hasta allí por sus medios.

¿“Viene solo”?, me preguntaron. “Si”.

Hasta ahora me daba vergüenza esta situación, pues, a mi edad, no haber sido capaz de encontrar compañía para una situación así puede interpretarse como un indicio de fracaso personal. Pero esta vez no sólo no me importó, sino que me dio paz.

Ya antes había tenido que llamar a una ambulancia para que me recogieran y valerme por mí mismo para hacer los trámites,… hasta la pérdida del conocimiento, situación en la que ni Rambo puede sentirse culpable de no estar operativo.

Estas situaciones que algunos dramatizan no son sino expresiones de independencia, de libertad. No es despreciar ayudas, al contrario, es asumir la soledad deseando la compañía. Eso fortalece el alma, Lo que es bueno.

Hace ya tiempo hice voto privado de castidad, con la autorización tácita de mi esposa. Al principio fue duro, pero como es algo que no depende de uno, sino del Señor, Él da los medios necesarios para labrar el éxito en la empresa.

Fue un buen inicio para alcanzar la Libertad, pues liberado de ese fuerte lazo con el mundo, la vida va tomando un rumbo que abre nuevos horizontes al alma. Es como un globo aerostático que a medida que sube y disminuye la presión exterior se acelera y asciende hasta lo físicamente aceptable. Pero en este caso, como no afecta la física, la subida puede ser infinita. Bueno, debe ser así, pues yo todavía no he ascendido más que unos pocos metros, que para mi maltrecho espíritu son kilómetros.

No es la misma soledad de las personas de las órdenes contemplativas, que siempre tienen al lado un hermano o una hermana. En estos términos, la soledad de un cabeza de familia numerosa que ha luchado durante una vida por los suyos, es más dura que la soledad de un contemplativo.

Pero hay algo que las iguala y quita aspereza; la compañía del Señor.

La soledad es un gran bien, pero hay que estar preparado para recibirlo. No se corre un maratón sin haber entrenado. No puede recibir el alma una efusión de gracia sin estar preparada.

Aceptar y aprovechar los bienes de la soledad es un paso más, un paso enorme, para la conquista de la Libertad. Pero hay que entrenarse en ese ejercicio.

¿Cómo se entrena? Lo primero soltando amarras.

Una gran amarra es la sensualidad. La castidad es un paso de gigante hacia la Libertad.

A Dios le gusta. ¿Cómo sé que eso gusta a Dios? Porque Él  me lo dice. ¿Cómo me lo dice? ¡Que tontería soltarte una historia que puedes comprobar por ti mismo!

Pídele esa gracia de corazón, apasionadamente, con insistencia, sin desaliento. Y tendrás la respuesta.

¡Ah! debes tener presente el párrafo de la oración que Él nos enseño….”no nos dejes caer en la tentación…”. Es vital para sobrevivir y tirar adelante, tener la mente ocupada en actividades sanas que te adsorban.

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