Sería aventurado el decir que Sánchez, el presidente
del Gobierno español, es un delincuente.
Efectivamente, no está documentado que haya robado o
matado.
Pero hay muchos asesinos y ladrones en la cárcel,
que no está documentado como estaban robando o matando, pero todos los indicios
y pruebas llevaban a que mataron y robaron.
Por eso están en la cárcel.
Hay muchos indicios racionales de que Sánchez, se ha
comportado y se está comportando, como una persona indigna para el puesto que
ocupa.
Sin embargo, como no ha pasado por el tamiz de
fiscales y jueces (que según el mismo dependen de él), no se le puede llamar
delincuente, si no presunto delincuente.
Pero no es ese el meollo de la cuestión.
La actuación de Sánchez en el gobierno, escandaliza
a propios y ajenos,
en un proceso de descomponer a la nación y de venderla
a intereses extranjeros.
El fulano, hace gala de despreciar a las
instituciones políticas y sociales nacionales.
Y se ríe de ellas.
Y el sistema político democrático español es incapaz
de sustraerse a la acción nefasta, de una persona apoyada por intereses
fácticos evidentes.
¿De qué sirve un sistema político que es incapaz de
sustraerse a su destrucción?
De nada.
La ley electoral española es un desastre.
Lo saben todos los que han tenido ocasión de
cambiarla.
Pero no lo han hecho, porque les conviene como está.
El partido popular y el partido socialista son los
mismos perros con el mismo collar.
Y la democracia española es una maquinaria que ni
tan siquiera puede evitar su suicidio.
¿No será que el suicidio, está programado en su
diseño?
No hay comentarios:
Publicar un comentario