Hace unas semanas me impresionó desfavorablemente, la opinión de una persona que escribe en un blog muy visitado, visitadísimo, el más visitado – dice él - sobre religión católica. Esa persona, presunto católico, mostraba un desprecio que me hirió, hacia una persona, titular de otro blog muy poco leído, que por lo visto le había citado desfavorablemente.
Decía mi presunto católico que los blogs con ninguna o poca audiencia deberían desaparecer. Decía además que se le había citado en el blog al que se refería, para atraer lectores, pues él (el presunto católico) era tan popular que con sólo citarle sabía el infeliz que aumentaría su audiencia.
Para colmo, cada poco, nuestro popular presunto católico se auto felicita de lo inmensamente popular que es, dando datos de las visitas a su blog.
El día que leí su comentario que cito al principio, le escribí en los espacios que hay a tal efecto, después de los artículos, que su postura me parecía poco caritativa. Añado hoy, que su comportamiento me parece lleno de soberbia. No cito a esa persona por su nombre, no por desprecio, que no lo tengo, sino para que no fuera que escribirlo hiciera aparecer este blog en algún buscador y me pudiera acusar de usarlo para ganar audiencia.
No quiero audiencia. Creo que mi presunto católico se equivoca de cuajo cuando desprecia los blogs sin audiencia. Como muchos, escribo porque me apetece hacerlo. Como nada espero, tampoco espero nada de escribir. Plasmo mis dudas, que creo son las de muchos, y presento una visión de la vida por si a alguien le puede servir, a alguien marginal que llegue aquí, guiado por la Providencia, para leer a otro marginal.
Que no quiero audiencia está claro: Este blog no tiene fotos.
Los artículos son demasiado largos y, a veces, densos.
Los temas no son espectaculares.
Las alusiones concretas a personas, son excepcionales, lo que quita todo el “morbo”.
Hablo de religión, sin ofender confesiones.
No me cebo en los curas y obispos.
No debo estar con nadie, pues me censuran los pocos que me leen, al margen de sus creencias.
No doy opción a discusiones, al desactivar los “comentarios”.
Es cierto que en alguna ocasión he divulgado este blog, al añadirlo en mis escasos comentarios a artículos en otros lugares de internet, y quizás lo haga en más ocasiones, pero la cosa es muy puntual y responde a intereses muy concretos en cada ocasión en que he decidido hacerlo.
Todas estas medidas son nada comerciales y responden a la idea de que este blog es una herramienta colgada en la estantería para quién la pueda necesitar, no un artículo en el mostrador para que lo manoseen compulsivamente unos compradores ávidos de nada. Quizás nunca nadie se vea atraído por esta herramienta, pero también es cierto que muy pocos conocen de la existencia del cartujo del más remoto convento y sin embargo su vida no es irrelevante. No comparo esta miseria de blog con la plenitud del cartujo, pero quien lea esto, ya me entiende.
Está claro que si alguien llega a este blog, lo lee y además saca algo de provecho, habrá ido de la mano de la Providencia.