Hoy, repasando la web de noticias “infocatólica” (escribo esto el lunes, 25 de enero de 2010), no he podido menos que esbozar una sonrisa al leer la siguiente: “El Papa anima a los sacerdotes a hacer uso de internet para anunciar a Cristo. Les pide que usan vídeos, blogs, webs, etc.”
¿Tiene eso algo de gracioso? Para mí, sí. Viene al caso del talante de muchos que se llaman católicos, pero no lo son más que en las formas, si se puede ser católico en las formas, y entre los que preside una absoluta estulticia. Me explico.
Hace un tiempo, un diario digital dirigido por un “católico fetén”, me pidió, a través de un tercero, que le enviara colaboraciones, naturalmente de gratis.
Así hice. Y me publicaban los artículos que les enviaba.
Me consta que entre sus escasísimos lectores, los había que apreciaban mis colaboraciones, mientras que otros (creo que los más “católicos fetén”) eran muy hostiles a ellas. La cosa se mantuvo equilibrada hasta que, en un determinado momento, los artículos que les enviaba empezaron a pasar censura previa, aunque al fin eran publicados. Me olí que habían ganado los, para mí, “malos”.
La censura previa se transformó en breve, en la publicación selectiva de lo que les enviaba, sin darme ninguna explicación (en realidad, jamás recibí una nota agradeciendo mi colaboración desinteresada, lo que no me extrañó, pues esa descortesía es normal en esos ambientes).
Dejé de remitirles artículos. Soporté la humillación de aquella primera censura previa, porque el objeto de mi trabajo es difundir una visión del mundo en la que, entre otras cosas, el orgullo es un valor negativo. Pero si no podía difundir la idea, el resto sobraba. No escribo para satisfacer mi orgullo, sino para ayudar a interpretar el mundo desde el sentido común.
A lo que iba; el artículo al que le costó más días pasar la censura (al margen de los que definitivamente no fueron publicados), fue uno en el que citaba el encuentro de Benedicto XVI con internet (con citas del propio Pontífice sacadas de un documento oficial de la Santa Sede, que citaba con todos detalle). En aquel momento el artículo resultó insólito, ya que muchos tenemos a internet como terreno peligroso, por lo que el director del periódico en cuestión, católico e indocumentado como tantos católicos españoles, debió pensar “este tío me quiere meter un gol”, y lo retuvo hasta que debió confirmar días después, en otras fuentes, que el tema era cierto. Y entonces decidió publicar el artículo, ya sin actualidad.
Al pobre director le hubiera sido suficiente ir a las fuentes que le citaba, para sacar la primicia de las declaraciones del Papa. Pero a esos malos católicos, que se satisfacen exclusivamente en las formas de la doctrina (“sepulcros blanqueados”), les produce erisipela la idea de documentarse.
Tras la ruptura seguí leyendo ese diario, para ayudar a aumentar el número de visitantes. Incluso comentaba algunos artículos, pues entre sus pocos lectores no había quien lo hiciera.
Pero en poco meses decayó a un nivel intelectual, periodístico y endogámico tal, que decidí ir a hacer caridad a otro lugar y lo despaché de “mis favoritos”, donde lo mantenía.
Por eso no he podido menos que esbozar una sonrisa, al leer que el Papa anima al uso de internet.
Por cierto, la fuente de la noticia con la que encabezo este artículo, es:
http://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=5362