Dinero de sangre. Se puede ser muy simpático. Incluso
ingenioso. Y decir cosas que puedan sonar bien en alguna acepción remota,
aunque estén montadas a base de palabrotas en lugar de palabras.
Pero, lo que al fin define la verdadera intención de lo que
se dice, es la condición moral de quien lo dice.
Y comer, y beber, e ir al cine, y comprar el regalito para
la novieta de turno, el día de su cumple, con dinero de sangre, nos da la
catadura moral de quien hace todas esas cosas y vive la cotidianeidad, con ese
dinero.
En el fondo del discurso del mercenario, siempre
encontraremos violencia, chulería, injusticia, cinismo y mentira.
Por eso hemos de ser compresivos con nuestros conciudadanos.
No permitir que el rencor nos iguale, pero no dejando por ello de ver el
alcance de su verdadera personalidad, y obrar en consecuencia, por elemental
prudencia de supervivencia.
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