lunes, 22 de julio de 2019

Banco de Santander; ¿nos son rentables los viejos y los tullidos?, se pregunta el Santander.


El otro día fui al Banco de Santander sin cita previa (ahora los bancos “guays”exigen cita previa para cualquier cosa, incluso para colocarte un seguro o para venderte un móvil (cosas que intentan aunque entres, con cita previa, a dar los buenos días).

En la oficina había dos mujeres con la voz cantante, que por las pintas parecía que eran de eso que en política llaman “de cuota”.

Las pobres debían estar aburridas y hete aquí que vieron entrar a un cliente con aspecto no “guay” y apariencia algo idiota.

¿Y qué hace una mujerona de cuota, aburrida cuando ve diversión impune? Pues divertirse. Y la forma de divertirse de determinados subproductos sociales es humillar y vejar a quien creen que no puede defenderse. Y eso hicieron esas mujeres a las que ni la edad ni la amargura vital da otra vía de diversión.

Pero como el dinero no compra inteligencia ni sensibilidad, las referidas confundieron una disminución física con una disminución psíquica, con lo que las idiotas no se percataron de que el cliente se enteraba de todo. Ya habrás deducido, querido lector, que el cliente era yo.

No voy a entrar en detalles para no aburrirte y voy al meollo de la cuestión.

Me faltó tiempo para cursar con las mejores formas una queja escrita al propio Banco de Santander para evitar dar una mala imagen suya de haberla cursado al Banco de España.

Al tiempo me contestaban ignorando los detalles ignominiosos de la situación y diciéndome poco menos ¡que el causante del problema fui yo por presentarme sin cita previa!

Además me decían; ¡que me quejara al Banco de España!

Me dirás; “es una situación puntual, un hecho aislado”.

No. Ninguna de las oficinas de ese banco que tengo cerca son accesibles con silla de ruedas y aún resultan peligrosas para ancianos o personas con poca movilidad.

Como guinda insustancial pero significativa, tienen prohibido el acceso a las oficinas a animales de compañía.

Hace años vi una noticia en televisión en la que el señor Botín, fundador del Banco de Santander confraternizaba, en bermudas y chancletas, con el entonces rey de España D. Juan Carlos. En ese instante tuve claro quién mandaba en España.

No me asusté, al contrario, me tranquilizó ver que el poder estaba en una persona con talento en lugar de en manos de un politicastro descerebrado, como tan reiteradamente parece que lo está.

A D. Emilio Botín le sucedió su hija Dña. Ana Patricia, que hasta el nombre tiene bonito. Pensé que la Entidad y la sociedad habíamos ganado, pues tengo a la mujer sobrevalorada y creo que en cuanto a sensibilidad supera en mucho al hombre, sin entrar en otros aspectos para no alterar a la parroquia con eso de los sexos.

Pero este episodio y la reacción del Santander me han desconcertado y dolido, porque el que tontas abusen de un disminuido no es un problema grave, es un problema para  las tontas. Es un asunto personal.

Pero el que una institución lo tolere, es un problema muy grave porque es un problema social.



No hay comentarios:

Publicar un comentario