lunes, 9 de septiembre de 2019

Como condiciona la religión las decisiones.


ablaba el otro día de mi amigo José.

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Hoy quiero matizar. 

Si José es cristiano, que no lo sé, deberá aguantar el tipo hasta que la muerte lo separe de su mujer.

Si no es cristiano, la prudencia indica que debe de poner tierra por en medio en cuanto pueda.

Decía entonces que si la mujer estaba enferma es de buen nacido buscar los medios para curarla, antes de dejarla.

El matiz está en esa enfermedad. Lo dicho vale si la enfermedad es del cuerpo, pero resulta peligroso alargar la compañía con una persona enferma del alma, porque el mal es altamente contagioso y corrosivo.

Creo que incluso para un cristiano, la convivencia con una persona enferma del alma, es una convivencia de alto riesgo que se debe clausurar a la mayor brevedad.

¿Qué hay hijos de por medio; no importa, preservar la integridad moral es más importante que pensar en que la presunta buena educación que les pueden dar unos humanos a sus hijos, va a prevalecer sobre designio divino sobre esos hijos.

¿Quién determina si la enfermedad del cónyuge es del cuerpo o del alma?: La propia convivencia, observar con distancia los estragos que a uno, o a una, le causa en el alma esa convivencia, y la oración cristiana. Diría también que el consejo autorizado, pero, ¿dónde se encuentra hoy ese consejo? ¡hay tanto charlatán y vendedor de alfombras!

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