iertamente
no es la misma persona la que inició este blog que la que hoy escribe.
Es la misma mano, pero no la misma persona. ¡Me escandaliza ver el cambio en un
intervalo tan relativamente corto de tiempo. En este caso creo que el cambio no
ha tenido el sentido que me hubiera gustado.
¿Por
qué no he cambiado en el sentido que he deseado a pesar de que todo mi esfuerzo
ha ido en ello? Para mi es evidente que la razón está en mi falta de libertad.
Creo que el argumento de que el hombre es libre, no es cierto.
Nuestros
actos están condicionados por efectos ajenos a nosotros que no controlamos ni
podemos dominar porque sus efectos no son evidentes, a veces ni a muy largo
plazo. Por ejemplo un niño que queda huérfano de madre en su infancia, no
conocerá ni se favorecerá de la influencia materna que la naturaleza tiene establecida para esa
etapa de crecimiento. Otro ejemplo, un niño que padezca una disminución en su
infancia y crezca con ella, sin lugar a dudas verá condicionado su carácter.
La
pregunta es: ¿se pueden considerar libres los actos que un hombre realice con
semejantes condicionamientos? Mi respuesta es que no, que de una u otra manera
esos actos están sujetos a los condicionamientos más o menos severos que los
alteran, con el agravante de que esos efectos son, en su raíz, casi totalmente
desconocidos por la ciencia. He puesto dos ejemplos, pero todos estamos más o
menos condicionados en nuestros actos por cadenas que la mayoría de las veces
ni conocemos o no somos conscientes de que existen.
Es
cierto que tenemos un margen de maniobra en las decisiones más groseras, en el
sentido de elementales o evidentes, pero ese margen de maniobra se va diluyendo
cuando las circunstancias se van haciendo más pesadas o las decisiones más sutiles.
El
hombre no es libre, por lo que a efectos morales no se le puede hacer
responsable de sus actos sin tener en cuenta sus cadenas particulares. Eso no
quiere decir que todo el monte es orégano y que podemos hacer lo que nos venga
en gana, lo que sería llevar al absurdo mi argumento. Incluso en la imperfecta
ley humana se distingue entre asesinato y homicidio, por ejemplo, según se haya
matado con maldad o sin ella o mejor, con intención o sin ella.
En
el actuar humano debemos regirnos por el código moral elemental milenario que
son los Diez Mandamientos, compendio atemporal y multicultural de
comportamiento de un ser racional, es decir, de un ser humano. Pero
desgraciadamente aceptar eso no nos hace libres, ni tan siquiera para
seguirlos.
Las religiones
subsanan estas limitaciones con el recurso de la oración, que para los no
creyentes es una gimnasia mental de autoalienamiento considerado en el mejor de
los sentidos, si lo tiene.
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