miércoles, 29 de enero de 2020

El sexo desde el sentido común: La masturbación.





s este un tema tabú para padres, educadores y para muchos, pues parece que tiene un componente especialmente vergonzante para la buena gente.

 Por lo menos así lo he vivido desde mi infancia; en contadas ocasiones me han hablado claro de ello. ni lo he hablado con amigos.

 Durante años he pensado que ese silencio se debía al pudor. Luego pensé que a la ignorancia, y al fin me di cuenta de que en realidad se trataba de no tener arrestos ni argumentos consistentes, pues es una práctica extendida e incontrolable, que se daba por causa perdida. Hoy, en que la nueva cultura ve bien todo, se suma el riesgo de parecer anticuado. Creo que son estas las razones para que el tema no se aborde con la claridad adecuada.

El argumento más fácil y cómodo para desalentar la práctica de la masturbación, ha sido el miedo.

Esa metodología docente era comprensible en su momento histórico. pero resultó errónea, pues luego dio pie a una retahíla de burlas con intención de desprestigiar a la Iglesia Católica y a su doctrina, que era y es la única institución que enseña sin prejuicios intelectuales.

 Pero ese criterio del miedo era erróneo y suponía pan para hoy y hambre para mañana.

Efectivamente, es un tontería decirle a un chaval que si se masturba se va ha quedar ciego, (que es lo que dicen que decían los curas a los niños, para alejarles de esa práctica. Me eduqué en un colegio de curas y nunca me dijeron semejante tontería que quizás hubiera creído, pero que habría dejado de creer al ver que hay relativamente pocos ciegos a mi alrededor en relación con el alto porcentaje de masturbadores que se aduce).

Creo que esas historias son más bulos mal intencionados que realidades ciertas.

La intención era buena, pero el método del miedo malo, pero no desquiciado.

Era un recurso improvisado, de emergencia, frente a una situación difícil. Porque es cierto que el abuso del sexo, en general, resta capacidades intelectuales y físicas y debilita el carácter, cosa que saben los pueblos desde la antigüedad, hasta el punto de que desaconsejaban o prohibían su práctica, antes de actividades guerreras.

Pero también es verdad que la doctrina de la Iglesia Católica sobre la masturbación es para mi todavía hoy, un arcano.

Y no porque no me haya preocupado y preguntado, que lo he hecho con curas de toda tendencia, sino porque todos han evitado una respuesta directa. Las respuestas han sido confusas y evasivas en general, quizás por su grado de complejidad.

Querido lector, si eres prepotente e ignorante, lo inmediato será decirme; “consulta el Catecismo de la Iglesia Católica.

 Claro, el consejo es obvio, pero quien lo da, o no ha leído con atención lo que recomienda, o quiere seguir en la confusión.

El Catecismo  dice al respecto: 2352 Por masturbación se ha de entender la excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo. Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado. El uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice a su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine”. Así, el goce sexual es buscado aquí al margen de la relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero”). Para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos y para orientar la acción pastoral, ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que pueden atenuar o tal vez reducir al mínimo la culpabilidad moral.

Con esto queda claro lo que es masturbación para la Iglesia Católica, pero en nada aclara su juicio moral, que es lo  preocupa al cristiano medio, sin grandes entendederas al respecto.

La conclusión del juicio moral es básica, pues si a una persona que se masturba en un momento de desazón o crisis psicológica, por ejemplo, comete un pecado mortal, ¿qué le queda al genocidio o a la simple relación íntima; pecado muy mortal, pecado mortalísimo o pecadísimo mortal?

 Si, al contrario optamos por el pelillos a la mar, ¿en que queda la experiencia secular de las civilizaciones, que han optado por  la moderación en el sexo?

Me ha llevado una vida de darle vueltas al asunto, para encontrar una respuesta provisional.

La he obtenido destilando conversaciones con teólogos amigos, mayores o ancianos. La edad es muchas veces lo que da credibilidad a sus opiniones, pues creo que todo aquel menor de setenta años tiene la cabeza a pájaros.

Te expongo con toda libertad mis conclusiones, que sin duda estarán erradas y pidiéndote perdón si con ellas te escandalizo.

En realidad, lo que quiero es darte pistas para que busques fuentes más fiables.

La masturbación es un acto desordenado. Si decimos que es un pecado le estamos dando una dimensión que le trasciende, porque implica una dimensión teológica. Voy a intentar explicarme.

La masturbación responde en principio a un impulso biológico que puede estar afectado por mil circunstancias; por cuestiones afectivas coyunturales, por no tener correspondencia conyugal, por una medicación, por un estímulo imprevisto puntual que afecta a los sentidos,..

Esto no afecta a mi relación con Dios. Deseo amar a Dios pero por circunstancias ajenas no buscadas y a causa de mi flaqueza, en determinados momentos el cuerpo me pide algo que lleva a realizar un acto inadecuado que no le gusta a Dios, pero que lo comprende y me lo perdona si se lo pido de corazón.  Ello no resta mi amor a Dios.

Pero, siempre hay un pero, no podemos dejar de ver que ese acto  desordenado e inadecuado, tiene muchas trazas de convertirse con el tiempo en un hábito que por su rutina nos parecerá normal y dejaremos de verlo como desordenado y eso si nos aleja de Dios.

En ese momento pasa a ser de un acto desordenado a un pecado, algo trascendente que sí afecta esencialmente nuestra relación con Dios y que es la puerta para que entre en nosotros la carcoma del alma, el mal.

La práctica esporádica de la masturbación abre el camino a la práctica habitual, a la pérdida de la conciencia de mal y a sus secuelas, no sólo físicas, que las hay, pese a los chistes vulgares de los que quieren ser vulgares, sino a las secuelas espirituales y psicológicas.

Las estadísticas nos dicen que la masturbación esta extendida entre toda la población, incluida la joven.

Muchas de esas personas son cristianas y si esa práctica ha devenido en hábito, viven amargadas por sentir que están en pecado y se alejan de sus comunidades y de la práctica religiosa por creer que de perdidos al río.

Creo que masturbarse no es excusa para alejarse de Dios ni de la práctica religiosa.

Creo que la masturbación es mera biología, pero lo que hagamos de ella y cómo la tratemos es teología.

Me explico. Al ceder al instinto nos iniciamos en un hábito que desfavorece a nuestra faceta de seres superiores y nos acerca a la parte animal de nuestro ser, parte muy digna pero que no es precisamente la que nos hace distintos al resto de los animales, ni la que nos da nuestro status de personas.

Por eso la masturbación es un mal acto en el trabajo diario de nuestra gimnasia para formarnos como seres racionales, superiores a los irracionales.

Incluso los no creyentes que tengan aspiraciones a superarse como personas, deben intentar apartarse de esa práctica y, sobre todo, impedir que arraigue en ellos.

¿Cómo actuar si se ha adquirido ese hábito? No es fácil si no se tienen las cosas claras, pero no es muy difícil si tenemos claro el objetivo y la trascendencia del acto.

La masturbación es un acto natural, y por lo tanto no aberrante ni que nos deba llevar a avergonzarnos, más de lo que el pudor que cada uno tenga establecido.

Como cualquier acto natural no reflejo (los latidos del corazón no los podemos controlar), podemos controlar su práctica con el ejercicio de la voluntad.

No es fácil pues está relacionada con un instinto muy fuerte, el sexual, que es el de la supervivencia de la especie, que no es cosa menor.

Pero no es imposible si se mantiene esa gimnasia diaria de no entrar al trapo del instinto.

Eso es incluso fácil si impedimos cualquier pensamiento que abra el camino al distinto.

Para los no creyentes la ocupación constante en labores físicas o intelectuales que entusiasmen y evitar el ocio, son medios muy adecuados.

Los creyentes tienen la opción muy eficaz de la oración.

En la sociedad moderna hay tantos estímulos a los instintos que es fácil que la curiosidad nos haga caer en la trampa, pero ahí está la gimnasia de evitar esas trampas.

Un ejemplo. Cuando entro en el navegador me aparecen fotografías con subtítulos como; lo que enseñó fulanita por accidente en una fiesta, o; como fueron vistos fulanito y menganita en la discoteca.

El que ignores eso no te va a hacer más tonto; la gimnasia consiste en cerrar sin planteártelo esas ventanas venciendo la curiosidad. 

Cuantos menos estímulos, más paz. Con el tiempo esas basuras pasarán de no interesarte a molestarte y luego a verlas con asco.

 El sexo es un gran negocio fomentado por capitalistas y politicastros desalmados y es fuente de violencia e injusticia. Eso es un tanto a favor de los jóvenes de edad y de espíritu. Porque para un joven, rebelde por naturaleza, estos factores deberían ser suficientes como para sublevarse frente a las cadenas del sexo impuestas para su mal por esa chusma, pensando que cada vez que vence a una tentación del sexo comercial está edificando una sociedad más justa y pacífica.

 El que la masturbación sea sexo en solitario da un aliciente al hecho de superar la debilidad de ceder, pues vencemos la injusticia sin coacciones, porque queremos, sin necesidad de testigos ni de aplausos; frente al sexo en solitario, victoria en solitario. ¿No es eso romanticismo rebelde?

 


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