miércoles, 25 de mayo de 2022

Impuestos.

 Todos debemos estar de acuerdo en que es obligación moral contribuir a los gastos de la comunidad, a través del pago de impuestos.

Hasta aquí es una afirmación que nadie en su sano juicio y sin otras consideraciones, puede rebatir.

Incluyo en el sano juicio la empatía y la solidaridad con el débil.

La polémica está en qué cuantía deben pagarse esos impuestos.

La Iglesia Católica, en su época más radical, estipulaba la colaboración de los fieles en los diezmos y las primicias.

Es decir la décima parte de lo que producían y lo primero que producían.

Ahora nos suena completamente lógico y probablemente en su tiempo eran cantidades notables pero asumibles por las clases incluso humildes.

Iglesia Católica que es  además sabia, pues sabe más el diablo por viejo que por diablo, estableció esas cuotas porque sin duda serían justas y asequibles.

Estoy de acuerdo que paguemos hoy también los diezmos y primicias al Estado, y a la Iglesia el óbolo que tengamos por conveniente, que puede ser la asignación de la renta, para los más tacaños.

Es decir, para un mileurista qué cobra 1000 € al mes, debe contar con pagar 100 al Estado.

Así como el primer mes de salario de su vida profesional.

Si no es un contrato indefinido, la parte proporcional del contrato.

¿Ocurre eso hoy?

No. El ciudadano trabaja hasta más de mediados de año exclusivamente para el Estado y lo que ingresa a partir de junio o julio, es lo que le queda para él.

Todo sin considerar los impuestos directos e indirectos,

Sin duda, el Estado se queda con más del 10% de su salario.

Al final de año el ciudadano debe pagar una cantidad indeterminada de dudoso y oscuro cálculo. 

Pero sin duda desproporcionada.

El ciudadano actual paga más que los diezmos y primicias que los ciudadanos medievales.

Y ahora cabe preguntarse: Al margen de la corrupción que es ya un elemento implícito en las economías actuales, ¿es adecuada la gestión de los fondos que se reciben en concepto de impuestos?

Hasta el más torpe ve que eso no ocurre en absoluto.

Ni la cuantía ni la gestión de los impuestos son justas.

No cabe duda de que se deben pagar impuestos.

Tampoco cabe duda de que los impuestos que actualmente pagamos están basados en leyes injustas que no hay que obedecer.

Creo que lo adecuado, es que a la vista del coste de la vida y en función de sus ingresos, cada ciudadano estime en conciencia lo que debe quedarse de sus ingresos, dentro de un marco legal razonable, ajustado a la tradición de los diezmos y primicias.


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