Cuando nací, mis padres me bautizaron, me hicieron
católico.
Luego fui a un colegio católico. Seguí siendo
católico.
Luego fui a la universidad y seguía siendo católico,
pero ya de esos, que los católicos llaman; no practicantes. No me
importaba lo que me llamasen, seguía siendo católico. Desde siempre admiré a
los católicos por lo que leía de ellos.
Luego oí hablar del Opus. Y por la eficacia y
honradez con la que gobernaban, también admiré al Opus Dei.
Pero eso no podía seguir así toda la vida y decidí
ser católico practicante. Y me relacioné con círculos católicos: Conocí
a católicos practicantes.
Y deje de ser católico.
El cinismo, la prepotencia, el sentimiento de
superioridad hacia los que no eran como ellos, la falta de caridad…, me
abrieron los ojos.
Y vi que no era como ellos y que no quería ser como
ellos.
Entonces entendí, por qué creció tanto el
cristianismo en los primeros tiempos; porque los cristianos daban un ejemplo
que los paganos admiraban y querían ser iguales.
Yo quería ser igual a los católicos de libro, pero
cuando los conocí, eso cambió.
Amo a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a
mí mismo, hasta el punto de que he dedicado mi vida al prójimo.
Y procuro cumplir los mandamientos, pero prefiero
ser católico no practicante, que fariseo practicante.
En definitiva, que ya no sé lo que soy.
Ni si existe lo que querría ser.
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