miércoles, 24 de septiembre de 2025

Evangelios complicados y sermones cultos.

 


Creo que fue el domingo pasado 21 de septiembre, en la celebración eucarística, que se le leyó a Lucas, 16, 1-13.

No entendí nada.

Tampoco lo debió entender nada el párroco que dictó la homilía, pues se fue por los cerros de Úbeda.

Luego, busqué y leí un sermón sobre este mismo evangelio, para ver si entendía algo. Era de un obispo, cartujo residente en España que me inspira confianza.

Seguí sin entender nada y me quedé con la impresión de que el fin justifica los medios, frase parece que inspirada en Maquiavelo, pero que desde luego no es bíblica.

No soy una lumbrera, pero sí un ratón de biblioteca.

Me pregunto si yo, que no paro de leer y me leo hasta los prospectos de los medicamentos y las instrucciones de cualquier cosa que las lleve no me enteré de nada, que sacará en claro el católico medio que por lo que veo no se lee ni la hoja dominical.

Quizás los curas deberían preparar mejor sus sermones y olvidar de incluir en ellos los agradecimientos a los alcaldes, a las autoridades presentes desglosándolas minuciosamente, a los miembros de las  cofradías del pueblo, al canal segundo de televisión española, al obispo que toca y al sursuncorda.

Y debería dejar de mirarse el ombligo cuando salen por la tele… Otro domingo escuché en un sermón también televisado, que el cura incluía en su homilía la palabra parresia.

No sé qué pensaría su parroquia, pero yo pensé, después de consultar el diccionario e intentar entender el significado de la palabra, que era un pedante.


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