Creo que fue el domingo pasado 21 de septiembre, en
la celebración eucarística, que se le leyó a Lucas, 16, 1-13.
No entendí nada.
Tampoco lo debió entender nada el párroco que dictó
la homilía, pues se fue por los cerros de Úbeda.
Luego, busqué y leí un sermón sobre este mismo
evangelio, para ver si entendía algo. Era de un obispo, cartujo residente en
España que me inspira confianza.
Seguí sin entender nada y me quedé con la impresión
de que el fin justifica los medios, frase parece que inspirada en Maquiavelo,
pero que desde luego no es bíblica.
No soy una lumbrera, pero sí un ratón de biblioteca.
Me pregunto si yo, que no paro de leer y me leo
hasta los prospectos de los medicamentos y las instrucciones de cualquier cosa
que las lleve no me enteré de nada, que sacará en claro el católico medio que
por lo que veo no se lee ni la hoja dominical.
Quizás los curas deberían preparar mejor sus
sermones y olvidar de incluir en ellos los agradecimientos a los alcaldes, a
las autoridades presentes desglosándolas minuciosamente, a los miembros de
las cofradías del pueblo, al canal
segundo de televisión española, al obispo que toca y al sursuncorda.
Y debería dejar de mirarse el ombligo cuando salen
por la tele… Otro domingo escuché en un sermón también televisado, que el cura incluía
en su homilía la palabra parresia.
No sé qué pensaría su parroquia, pero yo pensé,
después de consultar el diccionario e intentar entender el significado de la
palabra, que era un pedante.
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