He leído en internet comentarios escandalizándose con la celebración de este aniversario. Parece que ofende semejante acto, cosa que no entiendo, pues para el creyente es un acto de homenaje y aceptación de Jesús y para el no creyente debería ser simplemente una celebración religiosa de una fe que no comparte.
Pero no es así. Parece que esos “no creyentes”, están verdaderamente preocupados porque España se consagre al Sagrado Corazón de Jesús. Esa gente, con una suficiencia digna de la mejor ignorancia, vierte bilis sobre un acto que ni conocen ni entienden, pero en el que dicen no creer. Ya conocemos el epílogo que elementos de esas mismas ideas pusieron al mismo acto, en 1919.
Pretendo no ir más allá de lo que dicta el sentido común. He leído con detenimiento la oración de consagración y de ella entresaco una frase;
“…Concede, Señor, libertad a tu Iglesia; otorga a todos los pueblos y, en particular a España, la paz y la justicia…”
Con este texto ante los ojos, como si fueran estas letras un Jesús presentado ante la turba, vejado y vilipendiado por la mayoría de los medios de comunicación españoles, te pregunto, lector, en mi papel de Pilato:
“Quid enim mali fecit?”, “¿Qué mal ha hecho?”
Si no crees, puede no decirte nada la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, incluso puede parecerte un acto inútil... pero el deseo expresado en ese acto es de conciliación y de amor, por lo que, en cualquier caso, “¿qué mal ha hecho?”.