Hace ya tiempo (en este blog, tres artículos en febrero de 2008), con motivo de las últimas elecciones generales en España, defendía el voto al Partido Popular (PP), como alternativa al partido Socialista Obrero Español (PSOE). Aún no siendo afín a la moral y a la filosofía del PP, defendía su opción como “mal menor” frente al PSOE, concretamente por el asunto del aborto.
El PSOE derivaba hacia la sangrienta liberalización total del aborto, es más, a constituir ese crimen en un derecho. Frente a esto, el que suscribe alegaba que el PP se limitaba a mantener la ley del aborto que existía entonces, lo que aún siendo grave, no empeoraba la situación. Por ello el que suscribe defendía que era aceptable moralmente, aplicar la norma del “mal menor” y votar al PP. Efectivamente, hubiera sido mejor votar a un partido con alguna posibilidad de ganar, que prohibiese el aborto; pero eso, salvo un milagro, era inviable. No era inviable la alternativa del PP, sin necesidad del milagro.
Entonces publicaba esta opinión – la necesidad de votar según el criterio del “mal menor”, puro sentido común - en un diario muy católico, y desde ese diario se significó en contra de mi opinión, una colaboradora asidua, más católica que el propio diario, si cabe, y mujer encantadora a la que sigo leyendo.
La réplica a mis argumentos fue tenaz, con todo lo que eso conlleva. Tanto, que seguí dándole vueltas hasta que el otro día, en una lectura de la que paso a hablar, ratifiqué dos hechos contundentes; nadie – salvo el Espíritu Santo - tiene autoridad para dar “carnés” de nada (ni por supuesto carné de católico); y la Iglesia Católica no puede ir en contra del sentido común.
¿Por qué digo esto? Sigan y lean.
En la revista “ave María” número 762, de abril de 2010 (página 20), aparece la “Carta del Director de la Oficina de Información de la CEE [Conferencia Episcopal Española]”, Isidro Catela Marcos, al director del diario “El Mundo”, en respuesta al apoyo a la ley del aborto del autoconfesado católico, ministro socialista José Bono. La carta, entre otras cosas, dice: “…Por todo ello, los obispos han recordado que nadie que se atenga a los imperativos de la recta razón puede dar su apoyo a esta ley [ley del aborto]; los católicos, además, tampoco pueden hacerlo en virtud de la coherencia con la propia fe. En este caso, no es posible invocar Evangelium vitae [cita abajo], según la cual un católico sólo puede votar una ley abortista cuando se trate de una norma que restrinja la injusticia de la legislación vigente, supuesto siempre que no se puede hacer otra cosa y que conste públicamente que quien se ve obligado a actuar de esta forma es contrario a toda ley que no proteja adecuadamente el derecho inviolable a la vida de los que van a nacer…”.
En esta carta, los obispos españoles le dicen al socialista José Bono, Presidente del Congreso de los Diputados español, que se declara católico (hoy está la palestra por su increíble, no declarado e injustificado patrimonio inmobiliario), que como católico no puede votar esta ley, porque no alivia la situación vigente en España sobre el aborto, sino que la agrava muchísimo y porque aunque la aliviara, sería preciso que, además y como católico, se declarase públicamente opuesto al aborto, cosa que no ha hecho, muy al contrario, lo ha justificado.
Volvamos pues a la polémica sobre el “mal menor” a la que me refería al principio. Mi opción de votar al PP era conforme a la recta razón y, además, una opción católica, porque;
1. Sugería votar una opción política (el PP), que declaraba tener intención de no ampliar la ley del aborto, frente a otra opción política (el PSOE), que estaba decidida a ampliarlo sustancialmente.
2. Explicaba mi opción y la definía como un “mal menor”, dejando muy claro, diáfano, que personalmente era contrario a cualquier ley que atentara de cualquier forma contra la vida humana, entendiendo ésta desde el momento de la concepción.
3. No había una tercera opción política razonable que pudiera evitar ese crimen, salvo entrando en el ámbito del milagro, lo que para católicos o no católicos, es confiar en una solución cómoda y no comprometida y, por lo tanto, egoísta.
Hoy no defendería la misma postura, pues el PP ha derivado a posturas seguidistas del PSOE, también en el tema del aborto; en las comunidades de Madrid y Valencia, regidas por el PP, las jovencitas pueden abortar con un 20% de descuento, presentando el “carné joven”.
Escrito esto, quedo en paz por haber aconsejado, en su día, una opción moralmente aceptable, y quedo agradecido por tener claras las ideas.
“No contradigas a la verdad,
pero avergüénzate en tu falta de instrucción”
Eclo 4, 30
Cita del “Evangelium vitae”:
“En el caso pues de una ley intrínsecamente injusta, como es la que admite el aborto o la eutanasia, nunca es lícito someterse a ella, « ni participar en una campaña de opinión a favor de una ley semejante, ni darle el sufragio del propio voto ».
Un problema concreto de conciencia podría darse en los casos en que un voto parlamentario resultase determinante para favorecer una ley más restrictiva, es decir, dirigida a restringir el número de abortos autorizados, como alternativa a otra ley más permisiva ya en vigor o en fase de votación. No son raros semejantes casos. En efecto, se constata el dato de que mientras en algunas partes del mundo continúan las campañas para la introducción de leyes a favor del aborto, apoyadas no pocas veces por poderosos organismos internacionales, en otras Naciones —particularmente aquéllas que han tenido ya la experiencia amarga de tales legislaciones permisivas— van apareciendo señales de revisión. En el caso expuesto, cuando no sea posible evitar o abrogar completamente una ley abortista, un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública. En efecto, obrando de este modo no se presta una colaboración ilícita a una ley injusta; antes bien se realiza un intento legítimo y obligado de limitar sus aspectos inicuos”.
“Evangelium vitae a los Obispos, a los Sacerdotes y Diaconos, a los Religiosos y religiosas, a los Fieles laicos y a todas las Personas de Buena Voluntad sobre el Valor y el Caracter Inviolable de la Vida Humana. Ioannes Paulus PP. II. 1995.03.25”.
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_25031995_evangelium-vitae_sp.html