miércoles, 2 de junio de 2010

El universo y Dios


Ayer empecé a leer un libro sobre Astronomía, que ha aparecido recientemente en las librerías. Se trata de “Los Cielos Proclaman Tu Gloria”. En su portada también reza el subtítulo “La Astronomía y El Vaticano” (Ed. Monte Carmelo. Burgos – España. 2010. ISBN: 978-84-8353-277-5. DL: BU-94-2010. Edición original “Let Stars Delight” Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2009).

El libro no tiene desperdicio, ni en su forma ni en su fondo. El formato es generoso, lo que permite ofrecer fotografías a buen tamaño, pero no es incómodo ni pesado para leerlo cómodamente sentado en un sillón. La maqueta distribuye textos, fotos y espacios blancos, de manera equilibrada, lo que hace su presencia agradable a la vista. Y, por fin, los textos son de lectura fácil, con alguna excepción, de gran calidad divulgativa y de extensión suficiente como para abordarlos en esos breves momentos que nos deja el día, entre una obligación y otra.

La obra está compuesta por varios artículos escritos por científicos de reconocida solvencia internacional, que tienen en común, además de poseer conocimientos en Astronomía y una capacidad didáctica notable, el ser todos religiosos que colaboran con el Observatorio Vaticano.

No sorprende, a los que nos hemos perdido por los entresijos de la Historia, ver que la ciencia astronómica no sólo ha sido desde antiguo un terreno donde han destacado hombres de fe cristiana, sino también que la Astronomía ha llegado hasta donde lo ha hecho, gracias precisamente a científicos que han vestido y visten los hábitos católicos. “Los Cielos Proclaman Tu Gloria” es una muestra de esa realidad, con la modestia propia de las cosas de la Iglesia.

No puedo dejar de resaltar un dato que durante la lectura, me hizo sonreír. En la página 103, comentando un gráfico de la página anterior, el P. Alessandro Omizzolo (sacerdote de la diócesis de Padua y especialista en cuásares, núcleos de galaxias activos y cúmulos de galaxias) nos dice; “…La materia bariónica ordinaria, la cual forma todas las cosas que conocemos y que nuestros instrumentos pueden medir, sólo constituye al parecer, el 4 por ciento de toda la masa del universo…”. ¿Por qué me hizo sonreír ese dato? Porque aceptándolo como bueno, pensé en la prepotencia de tantos “científicos” y “divulgadores”, que hablan de su especialidad como si poseyeran la verdad absoluta y las llaves del conocimiento… ¡cuando, en el mejor de los casos, sus conocimientos no llegan al 4 por ciento de lo que quieren explicar!

La síntesis del espíritu del libro, la define el P. José Gabriel Funes, s.j. Director del Observatorio Vaticano, en unas pocas y significativas palabras; “…Tenemos que hacer buena ciencia, y se nos tiene que ver haciéndola – el mundo tiene que ver que la Iglesia secunda nuestro trabajo por la ciencia. Este libro materializa la segunda parte de nuestra opinión.” (p. 10).