Me preguntan por qué doy la bienvenida a Benedicto XVI, qué tiene eso que ver con el sentido común (ver el día 16 de julio de 2010, viernes).
Es una pregunta tonta o malintencionada, pues la respuesta es evidente.
Benedicto XVI es un jefe de estado; de un estado sin policía y con un ejército de un centenar de personas, vestidas con un divertido uniforme, inspirado por Miguel Ángel. El Estado Vaticano es contrario a la pena de muerte, a la violencia, a la opresión de los débiles, al enriquecimiento ilícito. Lucha contra el racismo, contra los abusos a los niños, contra la destrucción de la naturaleza,…
En fin, el Estado Vaticano es lo que los “progres”, los “hippies”, los sindicatos, y el gobierno español en pleno, llamarían una utopía de estado.
Y sin embargo, faltando a la más elemental coherencia, toda esa gente está fastidiada por la venida del jefe de ese Estado.
Por eso, desde aquí, le doy la bienvenida. ¿No es una cuestión de sentido común?
Por cierto, Benedicto XVI es también el líder espiritual de la fe más extendida y coherente de nuestro planeta. ¡Qué menos que un “bienvenido” para preparar su visita!
También es una cuestión de educación.