domingo, 29 de agosto de 2010

La Virgen de Vallbona, la Iglesia Católica y la sociedad; una pincelada de realidad


Pel pa abundós de xics i grans
i per llevar bon fruit la dona:
Santa Maria de Vallbona,
deu-nos la pluja i bons infants!...

Goigs en lloança de Santa Maria de Vallbona

(Para el pan abundante de pequeños y grandes
y para llevar buen fruto la mujer:
Santa María de Vallbona,
dadnos la lluvia y buenos niños!...

Gozos en alabanza de Santa María de Vallbona)


Hace unos días visité el Monasterio de Santa María de Vallbona, situado en la actual Vallbona de les Monjes (Vallbona de las Monjas), un monasterio cisterciense habitado ininterrumpidamente desde su fundación, hace ochocientos años.

No es frecuente encontrar lugares en los que ha habido la misma actividad desde su creación remota. Así, a bote pronto, recuerdo dos granjas habitadas sin interrupción desde la época romana, una en Montserrat y otra en Tiana, ambas en la provincia de Barcelona (España).

Pero no voy a enredarme a hablar del Monasterio de Santa María de Vallbona, pues el lector encontrará en internet noticia de este Monasterio, aunque sí me va a servir de justificación para tratar de otros asuntos relacionados.

Como siempre que visito un lugar que me interesa, arquitectónico o natural, aprovecho para adquirir alguna guía documentada del lugar. No siempre es fácil encontrar algo decente que llevarse a los ojos.

En esta ocasión adquirí “El Monestir de Santa Maria de Vallbona. Història, Monaquisme i Art” (Pagès editors. Lleida, 2010. ISBN: 978-84-9779-905-8), de Josep Maria Sans i Travé, historiador conocido y reputado en Cataluña, y probablemente en muchos más lugares, aunque no estoy en ello. El libro está, sin duda, subvencionado y con mucha probabilidad, escrito por un negro. Esto último es una opinión sin fundamento.

El prólogo de la obra es de Carod-Rovira, impresentable nacionalista de un partido separatista catalán, a pesar de que el fulano, hijo de un número de la Benemérita (la Guardia Civil, reputada internacionalmente, posee una gloriosa y sacrificada historia militar), es aragonés y para pasar por catalán ha debido mimetizar su nombre y ocultar su primer apellido. Carod es un influyente miembro del gobierno autónomo de Cataluña.

Entre los méritos de Carod relacionados con la cultura, destacan la compra de una lanza a un jíbaro, por un millón de euros (de dinero público, aunque al parecer conserva la lanza en su casa), y la torpe mofa de la crucifixión de Jesús, en un viaje oficial a Tierra Santa. Ese es el animalito.

Naturalmente el tal Carod, no habrá escrito el prólogo. Quizás ni tan siquiera lo habrá leído, pues no tengo constancia de que sepa leer (leer con comprensión del texto, no juntar palabras). Es sólo una impresión. Con la opinión que tengo del referido, debe reconocer el lector que la obra debía tener muy buena pinta para que, a pesar de todo, la adquiriera.

Volviendo al autor, señala la solapa del libro que, entre otros méritos, es el director del Archivo Nacional de Cataluña, una institución catalanista de la cuerda del tal Carod-Rovira. Las actuaciones del actual gobierno catalán en relación a la religión son de una animosidad escandalosa.

No parece que autor, editor y prologuista del libro, sean gente de Misa.

Con todo, la obra es interesante si salvamos las licencias nacionalistas y algunas referencias extrañas, que dan toques de leyenda al texto y le restan autoridad. Valga de ejemplo la cita; “… el rei Alfons I de Catalunya i Aragó concedia l’any 1174 al grup de religioses...” (p. 23). Cataluña nunca ha sido un reino y el rey Alfonso I, rey de Aragón y de Pamplona, reinó entre 1104 y 1134. Alfonso II, rey de Aragón, conde de Barcelona y conde de Provenza, reinó entre 1162 y 1196. Como nota menor, cabe señalar que un “grup de religioses” (“grupo de religiosas”) tiene un nombre, que es el de “comunidad”, “comunitat” en catalán. En fin, sin comentarios.

Y con este largo prólogo, hemos llegado a lo que quería tratar.

Se nos inunda desde los medios de comunicación con la idea de que la Iglesia ha sido una especie de parásito de la sociedad, que utiliza al pueblo llano para sus intereses económicos. Ya he tratado de esa propaganda en este blog.

Pero la Historia dice otra cosa. Dice exactamente lo contrario. Por eso se ponen trabas a aquella asignatura y se fomenta tanto la incultura. Y que mejor para defender mis argumentos, que citar la opinión de un historiador reputado en su entorno, que escribe con el respaldo de un gobierno hostil a la Iglesia Católica y desde una tribuna financiada por ese gobierno. Ese autor y esa tribuna son el libro que comento. Veamos algunas citas:

“… Al cap d’un any d’haver adquirit el castell i lloc de Preixana… la prelada atorgava als seus habitants una carta de franquicia que els exoneraba dels consuetudinaris mals usos d’intestia, eixorquia i cugucia, al mateix temps que els concedia plena llibertat de disposició dels seus béns i diverses garanties juridicoprocessals…” (“Al cabo de un año de haber adquirido el castillo y lugar de Preixana… la prelada otorgaba a sus habitantes una carta de franquicia que les exoneraba de los malos usos consuetudinarios de intesta, exorchia y cugucia, al mismo tiempo que les concedía plena libertad de disposición de sus bienes y diversas garantías jurídico procesales”) (pp. 52-53).

“…Quan les circunstàncies ho exigien,… les religioses no dubtaven a rehuir els censos que tributaven els seus vassalls per adaptar-los mes a les seves produccions i possibilitats…” (“…Cuando las circunstancias lo exigían,… las religiosas no dudaban en reducir los censos a sus vasallos para ajustarlos más a sus producciones y posibilidades…”) (p. 53).

“…Per afavorir els seus vassalls, les monjes no dubtaren, si era el cas, a pledejar amb els nobles de la contrada en defensa dels que consideraven els seus drets…” (“…Para favorecer a sus vasallos, las monjas no dudaban, si era necesario, en pleitear con los nobles de la comarca en defensa de los que consideraban eran sus derechos…” (p. 53).

El monestir, per la seva banda, es preocupà de fomentar el progrès de la poblaciò que s’anava forjant al seu redós i prengé les mesures oportunes per a la prosperitat dels seus habitants. Una de les més importants l’adoptà l’abadesa Estefania de Piquer , que el 1573 concedí llicència per a la constitució de municipi amb la participació dels habitants del lloc,…” (“El monasterio, por su lado, se preocupó de fomentar el progreso de la población que se iba formando a su alrededor y tomó las medidas oportunas para la prosperidad de sus habitantes. Una de las más importantes la adoptó la abadesa Estefanía de Piquer, que en 1573 concedió licencia para la constitución de municipio con la participación de los habitantes del lugar,…”) (p. 71).

“…Des de la instal•lació de laics al costat del cenobi, les monjes els donaren una part de l’aigua que procedia de una mina… La concessió d’aquesta aigua als pobladors era gratuïta i a precari, fruit de la benevolència del monestir, sensa cap acord per escrit…” (“…Desde la instalación de laicos junto al cenobio, las monjas les dieron una parte del agua que procedía de una mina [hoy sigue manando y se comercializa como “Agua de Rocallaura]… La concesión de esta agua a los pobladores era gratuita y a precario, fruto de la benevolencia del monasterio, sin ningún acuerdo por escrito…”) (pp. 71 y 72).

Esta importante labor social, que ni por asomo alcanzan los gobiernos socialistas actuales, la podían realizar las monjas gracias al soporte incondicional de la jerarquía de la Iglesia, incluida la Santa Sede. Si nos situamos en la época, podemos entender que este comportamiento debía ser extraño para una sociedad encorsetada y egoísta y debería despertar muchos recelos y animadversiones hacia la Iglesia Católica, que en muchas ocasiones se mostraba al lado del vasallo y, en consecuencia y en cierto modo, frente al señor feudal.

Por el contrario, cuando la lejanía al Monasterio u otras circunstancias hacían que fuera difícil para las monjas controlar sus intereses, algunos de los arrendados les engañaban en las cuentas, hasta el punto de que una de las grandes crisis del Monasterio fue a causa, entre otras, de ese fraude continuado.

Esto no fue una excepción. La Iglesia gestionaba con celo las donaciones que recibía, pero pesaban más la caridad y la buena fe, que el criterio empresarial o la picardía política, aspectos estos últimos que, al fin y al cabo, no forman parte del ideario de la Iglesia.

Esta es la Historia. Lo demás son historias. Naturalmente la Iglesia Católica ha padecido muchos momentos negros puesto que está integrada por hombres, con sus limitaciones y miserias. Pero una cosa es una trayectoria honorable, con flecos turbios, y la otra lo que se nos quiere vender, de una historia de cinismo.

Dejo para más adelante, otra reflexión inspirada en la visita al Monasterio de Santa María de Vallbona. Hoy se ha hecho ya muy tarde.

Foto: Santa María de Vallbona, venerada bajo la advocación de la Virgen del Claustro. Restauración. Talla en piedra de la zona, supuestamente del s. XIII. Monasterio de Santa María de Vallbona, agosto de 2010.