El aborto es un crimen. El aborto sistemático un genocidio.
No hay vuelta de hoja. Uno puede estar de acuerdo o no con el crimen y con el
genocidio, pero son ellos los que califican la realidad, no la realidad la que
se adapta a sus criterios.
Muchos son seguidores de Stalin, criminal y genocida.
Justifican sus crímenes por una causa mayor ya que libró al mundo de no
comunistas stalinianos. Pero no pretenden que Stalin fuera una hermanita de la
caridad.
Con el aborto lo mismo. ¿Está usted de acuerdo con el
aborto? Pues bien, ya se sabe dónde está usted. Ahora, que me quiera hacer
creer que el aborto no es lo que es, resulta de imbécil.
Porque un practicante de abortos lo haga con la complicidad
de un forzado ambiente social y con la connivencia de jueces, no deja de ser una
acción criminal o, si procede, genocida.
La diferencia entre el stalinista y el abortista, es que el
primero daba la cara como criminal por motivos ideológicos, mientras que el
segundo va de victimita por motivos de negocio.
El aborto es un crimen. Y quien lo practica es un criminal. Y
no pasa nada, no nos hemos de escandalizar por esa nomenclatura, sí por esa realidad. ¿No era legal la esclavitud? ¿O el
asesinato de los niños espartanos que nacían con taras? ¿O la tortura y
descuartizamiento como sentencia legal? Pues
ahora es legal el crimen del aborto, y ya está. ¿Para qué vamos a cambiar el lenguaje
y la ciencia?
En lo que a mí respecta, no me fío un pelo de un abortista. Quien
es capaz de asesinar por dinero o por comodidad, ¿qué no hará conmigo si es mi
socio, empleado o jefe?
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