Hace dos mil años, cuando los líderes judíos entregaron a Jesús a Pilatos para que lo a justiciara.
Pilatos no vio culpa en él.
Y se
lavó las manos.
Los
líderes judíos debían ser listos e instruidos, pero también unos bocazas.
Para
consolar a Pilatos y hacerle la pelota, le dijeron algo así como; ¡no te
preocupes, que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
Les
debió parecer que así aseguraban mejor la jugada.
Si
Jesús hubiera sido un reo normal, la bravuconada habría quedado en nada.
Pero
para su desgracia, la de los judíos, Jesús sí era el Mesías, y a lo que se ve, les debió tomar la palabra.
Porque
desde entonces el pueblo judío ha ido de mal en peor.
Hasta nuestros días, en que parece, que Israel está levantando cabeza.
Aunque vista la
situación en la zona quizás muy pronto para cantar victoria.
No
doy por cierto que esta historia que cuento sea real, pero se acerca mucho a la
realidad.
Incluso
me parecería injusto que por la bravata de unos pocos, hubieran sufrido tantos.
Más
parece un castigo del Antiguo Testamento que del Nuevo Testamento.
Pero donde manda patrón no manda marinero.
Y si lo que digo fuera cierto no sería
injusto, pues la injusticia no cabe en el Creador.
He
buscado y encontrado literatura sobre el tema, literatura tan poco
argumentada como la mía.
Pero
no puedo dejar pasar por alto la importancia que tiene un líder al que se ha
elegido libremente.
Si
el líder es idiota, mentiroso o cobarde.
O idiota, mentiroso y cobarde.
Lo tenemos claro.
Que
te han pillado con el carrito del helado en el teléfono móvil y rompes con
Argelia y te ajuntas con Marruecos; a pasar frío cuarenta millones de
españoles.
Soros,
Zapatero y Sánchez.
El trío de la bencina.
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