Nací atribulado, y viví de la
misma forma.
No he sabido, en mi ya larga vida, romper con esa
inercia, por lo que estoy muriendo de la misma forma en que nací.
Al
principio por carencias familiares.
Luego por carencias
personales.
Bien fuera por un espíritu rebelde.
Bien por
un espíritu demasiado empático.
El único consejo paterno que
seguí, me ha permitido vivir de una forma solvente.
He sacado
adelante dos familias y ningún efecto.
De
manera que acabo mi vida como la empecé, atribulado.
Esto solo
tiene una virtud y es que ha sido una vida coherente, pero vacía
porque no he aprendido nada en ella.
Pensando en que hacía
bien, no hacía nada.
Ni bien ni mal.
Cuando tenga que
devolver lo que se me dio, devolveré lo mismo que recibí, pero muy
manoseado.
He trabajado mucho para no producir nada.
No he
sido nada, solo inútil.
He intentado varias veces irme, pero
siempre he acabado quedándome.
También en ello mis esfuerzos
han sido vanos.
Y ahora, con demasiados años a mi espalda como
para poder reaccionar, con el cuerpo demasiado mermado y el alma
demasiado desolada, debo intentar llegar al final, acompañado de
personas trastornadas y fisgonas, que no me dan paz ni para estos
instantes de soledad para escribir.
Si supiera lo que es querer,
diría que a pesar de todo las quiero.
Pero como no soy
consciente de haber recibido nunca ese afecto en su modalidad
gratuita, no estoy seguro de que las quiera.
Aunque
creo que sí, porque todo lo que he hecho en mi vida, ha sido dar sin
esperar nada a cambio, bueno, a veces esperando un poco, por lo que
entiendo que de querer, querré sin contrapartida.
Oí decir a
Francisco, que no se merece más, que el infierno no existe y que de
existir habrá muy poca gente en él.
Cada vez tengo más claro
que soy un candidato, porque esa es mi trayectoria vital; que no me
toque ningún premio en la feria, por mucho esfuerzo que haga.
Y mientras vivir, siempre en un ay.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.