sábado, 7 de agosto de 2010

Curas pederastas


Quiero aportar mi grano de arena en la denuncia de esta plaga de la pederastia en el sacerdocio católico, contando un caso vivido a través de un protagonista.

Mi caso es, además de paradigmático, muy objetivo, pues ocurrió en la España católica de Franco y me lo ha contado una persona implicada, que no practica la fe católica.

No se puede pedir más objetividad. Seré breve.

Son los años cuarenta, en la posguerra civil española, y ocurre en mi pueblo. La Diputación Provincial da 250.000 pesetas de entonces, un dineral, para la mejora de las infraestructuras del pueblo.

El consistorio decide que dos caciques del pueblo, que saben de números, administren el dinero.

Los caciques deciden que lo que necesita el pueblo es que el dinero se destine a construir unas piscinas, entonces majestuosas, para ellos. Los caciques se construyen sus piscinas.

El pueblo calla por miedo. Es la posguerra y nadie se atreve a protestar por semejante abuso. ¿Nadie? No, hay alguien que sí se atreve; el cura del pueblo.

El cura del pueblo se mueve entre las autoridades para atajar semejante atropello. Da la tabarra para detener el uso del dinero en una inversión en interés de los caciques y destinarla a una inversión en interés de todo el pueblo.

Pero de repente, se descubre algo terrible; el cura es maricón. Si, maricón, que es cómo se llamaba a los homosexuales antes. Tres jóvenes lo denuncian como autor de tocamientos y otros excesos.

Ante semejante vergüenza, el obispado aleja al cura de mi pueblo y lo destina a otro lugar en el que no puede manosear menores.

Las piscinas se acaban. Y como mi pueblo es muy pueblo, al muy poco todos saben que los caciques han pagado a los tres jóvenes para deshacerse del cura incordiante.España católica, caciques católicos, jóvenes católicos. En esa época, todos eran católicos. Y el único realmente católico, y honrado, y responsable, el cura de mi pueblo,… acusado de maricón en un tiempo en el que la homosexualidad era denigrante.

Una honra destrozada. Pero como mi pueblo es muy pueblo, todos sabían que su cura no era maricón, ¡ni mucho menos! Pero callaron por miedo.

Este es el fondo de la historia de los curas pederastas. ¿No los hay? ¡Sin duda los habrá!, pero no te quepa duda, lector, de que hay más maldad y mentira en esas acusaciones, que verdad.