Hace unas fechas aconsejaba en un foro la opción del “mal menor” frente a las elecciones generales españolas del próximo mes de marzo. Ese mal menor sería votar al Partido Popular (PP), a pesar de que sus realidades sean en muchos casos inmorales.
Argumenté que no era una opción moral que viera muy clara, pero que las declaraciones oídas en este sentido a un obispo y la consulta con un sacerdote conocido, me hicieron ver que eso que parece bueno, no era malo.
Sin embargo, acabo de leer la oposición radical a esta postura en la pluma de una persona con la que en general estoy en total acuerdo. También la de algunos sacerdotes próximos. Eso me ha dado qué pensar.
No me extiendo en el razonamiento, tan solo en la conclusión; creo que decimos cosas distintas y que en esencia opinamos igual. Me explico.
Optar por hacer el mal menor no es lo mismo que optar por que otros hagan el mal menor. Lo primero es inaceptable, lo segundo es una alternativa moralmente aceptable. Pongo un ejemplo.
En una situación extrema, un delincuente que nos tiene retenidos junto a otras personas, en un momento determinado y en pleno arrebato de ira, nos da la posibilidad de elegir en nuestra impotencia entre que él se decida a matar a un infeliz que tiene a su derecha o a otros dos que tiene a su izquierda. Nuestro silencio le inducirá al doble crimen. La situación es inminente y no sabemos qué pasará después. Al margen de que un ser normal se quedaría sin habla, no sería inmoral que el inquirido señalara el mal menor; optara por que el malhechor ejecutara a un único rehén.
Sería inaceptable que el aludido, para evitarse daño, optara por realizar él mismo el mal menor. Eso le convertiría en un criminal. Lo ideal sería hacer desistir al malvado de su propósito o convencerle de que se conformara con nuestra vida, expresión ésta de caridad heroica que tiene muchos ejemplos en la historia del cristianismo. Pero de no ser posible esas alternativas, la elección forzada por evitar el daño mayor no es acción ni implica consentimiento.
Trasladando este trágico ejemplo a la situación electoral – mucho más dramática en sus consecuencias - tenemos enfrente a un partido socialista, PSOE, que se declara, actúa y argumenta en favor del aborto, de la eutanasia,… y en general de llevar a cabo todo cuanto de antinatural y aberrante se le ocurra. La otra opción posible es el PP, que transige fláccido a algunas de esas miserias, sin llegar a los extremos de enajenación del PSOE, pero sin ascos por andar al borde de la ciénaga.
El mal menor es elegir, impotentes, ante la opción menos mala, en la confianza de ganar tiempo para que algo ocurra que nos saque de esa miseria. Optar por votar al PP no nos autoriza a abortar o a practicar la eutanasia, ni a justificarla sino a conseguir, dentro de nuestra impotencia y como única opción viable, que se salven miles de niños y ancianos que con el PSOE estarían perdidos.
Mantengamos la esperanza de que al fin lo recto se impondrá a toda esa miseria. Mucho bueno fermenta en las catacumbas. Mientras tanto, debemos vivir la amargura de optar por que otros realicen un mal menor o bien desentendernos, para mal de las víctimas que no lo serían sin nuestra inhibición.
Estos comentarios están dictados por el sentido común del que suscribe, que no tiene ninguna otra fuerza argumental ni moral. Creo que el tema es delicado y cada conciencia debe llegar a sus conclusiones.