Leo sobre la Sábana Santa en un diario digital, coincidiendo con una reciente visita a Oviedo en la que he tenido ocasión de visitar la Cámara Santa, dónde se custodia el Santo Sudario, al parecer muy relacionado con aquella.
No voy a entrar en detalles ni en mi propio criterio, aunque años de leer y discurrir sobre este tema me han creado una idea bien definida. Me interesa más el concepto de reliquia que el detalle de esta reliquia.
En una página de Internet, desgraciadamente desaparecida, un grupo de ateos se explayan sobre la Sábana Santa. La página se inicia hablando de las reliquias en general y concluye con una exposición sobre la Sábana Santa. Manejan los ateos - que así se definen -, una serie de datos y juicios de valor, que traslucen una increíble mala fe o – lo que realmente creo – una ignorancia supina sobre lo que es un dato y un juicio de valor, sobre la ciencia y el rumor y, en general, sobre los más elementales criterios de la ciencia de la historia. Y, desde luego, muestran una absoluta ignorancia sobre lo que son y significan las reliquias.
Son muchas las reliquias que hoy se conservan y probablemente un porcentaje de ellas no sean lo que pretenden. Algunas son evidentemente falsas; otras lo parecerán y quizás no lo son; otras presentarán dudas y otras están sobradamente documentadas. La Iglesia católica es muy prudente al definirse sobre ellas; incluso, en mi ignorancia, diría que no interfiere en ese asunto.
Pero salvo su aspecto histórico o emotivo, una reliquia no es más que eso, un objeto que tuvo algo que ver con alguien que nos importa. Las reliquias, como las imágenes, ayudan a la devoción, pero no son la causa de la devoción. Ni tan siquiera la Sábana Santa con la que empezaba este comentario.
La Sábana Santa, en el mejor de los casos, es un magnífico dato sobre Jesús, una traza física del Mesías, lo que es magnífico, pero ni quita ni pone nada a la esencia de la fe. Resolver científicamente su incógnita no será más que un hito científico e histórico. Porque la Resurrección de Jesús y su condición de Hijo de Dios no son cuestiones a resolver, sino motivos para creer. De otra forma, menguada herencia nos habría dejado el Señor.
Pero eso es algo que no pueden entender los ateos ni los racionalistas, que esperan para ver triunfar sus argumentos, a que aparezca la tumba de Jesús o a que se demuestre que la Sábana Santa fue la falsificación de no sabemos quien. Vana espera.