Hace años, viendo con mi padre las noticias en la televisión socialista de González, me comentó: “Son los mismos”. No recuerdo el contenido de la noticia que motivó el comentario, pero sí que le comenté: “¿A qué te refieres, padre? “A que estos socialistas son del mismo corte que los del 36”, me contestó. Creo que lo he comentado otras veces.
La opinión de mi padre tenía para mí un triple valor. Primero, porque era la opinión de mi progenitor, al que respetaba. Segundo, porque él había vivido la guerra desde dentro, lo que le daba una autoridad de criterio. Tercero, porque desde entonces su interés, el interés de una persona letrada y con una mente clara y fría, se había centrado en ciertos aspectos de la España de esa época, siendo un erudito en el tema.
No le pregunté más, el laconismo era parte de su autoridad, y rumié sus palabras. Las tengo presentes en muchas ocasiones y desde hace mucho tiempo he hecho mía aquella afirmación.
Esta vez la situación me ha venido a la cabeza al leer un artículo sobre la imagen de la Virgen del Pilar que se venera en el pueblo conquense de Altarejos. La imagen original evitó el odio musulmán en el 714. Luego eludiría la furia iconoclasta de la invasión francesa y llegaría hasta nuestros días habiendo superado 1300 años de historia. Pero en 1936 se topó con el celo criminal del socialismo y fue quemada, junto con otras obras de arte.
Los socialistas de hoy reivindican con tenacidad aquellos años en los que podían violar, matar y quemar con plena impunidad. En nuestros días, sólo tienen impunidad para matar no natos y robar; quizás pronto también puedan matar impunemente a ancianos y enfermos. Pero eso les sabe a poco. Por eso reivindican aquellos, sus tiempos de oro. Desgraciadamente para la cultura y la vida, todo apunta a que sus esperanzas no son vanas, a corto plazo.