La crisis española no es una crisis de libro. Es el síndrome del niño consentido que rompe el juguete medio por torpeza, medio por maldad.
Cada día siete mil parados. Sin duda hay crisis. Pero algo me disuena en esa crisis, en el ambiente. O todavía no hemos hecho más que empezar, o esta crisis es una crisis atípica, extraña, parcial.
Los principales bancos siguen con sus beneficios millonarios, o eso dicen, y sus directivos, con sueldos astronómicos. Los políticos – del ministro al último alcalde - se suben el sueldo y se gastan el dinero a espuertas en bienes que es evidente no valen lo que cuestan, enriqueciéndose ellos con las comisiones y enriqueciendo a sus proveedores. Los sindicatos reciben millones de euros en subvenciones. Las multinacionales crean paro para no perder beneficios. El mercado negro crece y el empleo encubierto con él. Alguna prensa y televisión siguen engordando a costa del dinero estatal.
¿Qué hay de los suicidios de millonarios arruinados que veíamos en el famoso “crac” americano? Los ricos que conozco siguen con sus mercedes, audis y jaguares y en mi pueblo el cacique – ahora sociata – no parece que pase estrecheces y su amigo, el arquitecto, al que hay que encargarle los proyectos para que “no tengan problemas” en el ayuntamiento, se está construyendo un palacio en un terreno recalificado. ¿Dónde está la crisis?
Nuestra crisis es distinta a la crisis del mundo civilizado. Como dice Zapatero, no es una crisis, es un “reajuste”. En España se están reajustando la riqueza y la miseria. La crisis es la de la gente honrada, la del empleado, la del trabajador autónomo honrado, en definitiva, la del trabajador. El cacique, el político, el proveedor corrupto, el sindicalista, el carnicero, el sociata, el banquero, el de la farándula, el capitalista de los medios,… esos no están en crisis, esos van a más. Y si a alguno de estos privilegiados en algún momento le pudieran salpicar los problemas, la gallina clueca el estado amigo tiene lista la subvención por aquello de que las penas, con pan, son menos.
Los socialistas parece que aspiran a levantar en España, aquel paraíso que se erigía más allá del legendario telón de acero; una clase dirigente dándose la gran vida y una masa de parias con la única expectativa de trabajar para sobrevivir. Lo intentaron en los años treinta y fracasaron. Ahora va la segunda, esta vez con guante blanco.
Veremos en que acaba esto, pues a veces incluso al más listo – no es el caso – le sale el tiro por la culata.
Publicado en aragonliberal.com, el viernes 6 de marzo de 2009.