Leo en http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=8723 : El lobby gay pide la retirada de una aplicación católica de Apple que ayuda a preparar la confesión.
No conozco la aplicación de Apple a que se refiere la noticia, pero creo que es una noticia magnífica, por aleccionadora. Me explico.
Eso que llaman lobby gay es un grupo de presión integrado por homosexuales y oportunistas que dicen serlo.
No todos los homosexuales pertenecen a esos grupos de presión, sino aquellos, que por revanchismo de alguna situación vivida, por amargura no superada de su condición o simplemente por mala fe, pretenden cambiar el mundo a su semejanza, es decir, hacer de lo anormal, norma.
Digo que no todos los homosexuales pertenecen a esos grupos de presión porque ninguno de los que conozco pertenece o, si lo hace, lo lleva como vergonzante y milita a escondidas.
Juzgo tan duramente a estos grupos de presión, porque si bien al principio nos los presentaban como unas pobres víctimas, la noticia que comento deja en evidencia que en realidad son verdugos.
Agruparse hoy para defender los derechos de los homosexuales es poner en evidencia el fracaso de la política socialista.
Porque el derecho de los homosexuales es el derecho de cualquier ser humano y debe ser defendido, no por un lobby, sino por todos.
Pero, ¿Qué defiende el lobby gay?
Vean arriba la noticia.
Esos homosexuales no quieren que un ciudadano, con unas creencias, adquiera un programa informático que incluye unas normas que orientan en el desarrollo de esas creencias.
Todo queda en el ámbito privado.
Pero es que esos homosexuales no quieren que ni en el ámbito privado los católicos puedan manifestar sus creencias.
¿No les suena a bolchevismo rancio? ¡Qué digo rancio!, ¡al más actual socialismo!
Me dirán, es que la confesión es una maniobra secreta y peligrosa para la sociedad.
Si no conocen lo que es la confesión, se la resumiré mal y pronto.
Una persona que cree en la doctrina de Jesús, resumida en los Diez Mandamientos, cuando comete algún acto contrario a esos Mandamientos, se ve en la necesidad espiritual de explicárselo a alguien que es capaz de escucharle y ¡perdonarle! ¡Que tontería!, pensarán algunos que no se han preocupado de conocer la frondosísima doctrina teológica que ampara esa creencia.
Para una buena confesión se precisan varias cosas, la primera un examen de conciencia para ver que se ha de confesar.
Quizás para esa reflexión previa. sirva la aplicación informática de Apple.
Y, ¿es eso malo?
Pues vean los Diez Mandamientos.
¿Hay alguno peligroso para la sociedad?
El católico se confiesa, cuando lo precisa, de no ser caritativo, de ser irritable, de desear a la mujer del prójimo, de no pagar salarios justos a sus obreros, de desear mal a sus enemigos, de no honrar las fiestas dedicadas a Dios, de cometer actos impuros… incluidas las relaciones homosexuales.
¡Ajajá! ¡ahí lo tenemos!
Esos homosexuales de lobby no pueden permitir que nadie, ni en su más íntimo fuero, rechace las relaciones homosexuales.
No quieren que lo normal sea normal. Aunque el católico deba confesarse, si en alguna ocasión a despreciado a un homosexual.
Pues así esta la cosa.
De un lado, los verdugos,–algunos selectos homosexuales y otros advenedizos, que van a degüello con quienes ven en la actividad sexual homosexual un pecado (también en la actividad sexual heterosexual promiscua).
El objetivo de esa gente es erradicar del cerebro del prójimo cualquier idea que no sea la de ellos.
No dejar libertad ni en la mayor intimidad.
De otro lado, la víctima, el católico, que respeta al homosexual, la exigencia católica es de amor, con lo que el mero respeto es una imperfección.
A los ingeniosos que quieran manipular el concepto de amor de los católicos, les invito a avergonzarse de su simplicidad intelectual leyendo sobre el amor católico en Deus catitas est, carta encíclica del Sumo Pontífice Benedicto XVI.
Para no desalentar al lector recalcitrante, le diré que sólo el título está en latín; el resto lo ofrece la página de la Santa Sede en varios idiomas).
Por eso me ha alegrado la noticia; deja tan en evidencia la represión que desea ese lobby, que es más eficaz ese titular que toda la publicidad que se pudiera hacer para mostrar esas intenciones.
Los lobbies gays buscan imponer sus ideas minoritarias con la represión, al más puro estilo socialista.