miércoles, 15 de febrero de 2023

Teólogos y teología.

levado por una inquietud insana, me he pasado cerca de un año, estudiando teología.
He dedicado alrededor de dos horas diarias, a escuchar y leer a los más nombrados teólogos contemporáneos, que se expresan en español.

A alguno lo conocía lo suficiente, como para saber que su vida privada no correspondía con lo que salía de su boca.

Eso me dio una pista que me serviría de contraste después del año, de lo que sería mi opinión definitiva de la teología y de los teólogos a los que escuché.

Teólogos eruditos que me podían haber impresionado con sus referencias a ¡Nietzsche y Kierkegaard!, si no hubiera sido, que esos comodines del pensamiento, son los mismos a los que recurren otros pensadores, desde el KKK al PP. Si se puede llamar pensador a todo el que piensa.

Me sorprendió el contraste entre lo que había leído en 1 Corintios y lo que veía en esos oradores.

hermanos, cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría...

…Por eso, me presenté ante ustedes débil, temeroso y vacilante…

…nosotros no hablamos de estas cosas con palabras aprendidas de la sabiduría humana, sino con el lenguaje que el Espíritu de Dios nos ha enseñado, expresando en términos espirituales las realidades del Espíritu… (1 Corintios, 2, 1 y ss.).

Llegué a la conclusión, evidente desde el principio recurriendo simplemente al sentido común, que Dios es un ser infinito que por su propia definición está fuera del alcance de la mente humana.

Pretender entenderlo y explicarlo es un acto presuntuoso, que lleva implícito pensar que podemos saber como él.

Acabé con la conclusión única, de que es imposible conocer a Dios. Y si es imposible, es perder el tiempo devanarse los sesos en una misión inútil.

Hasta tal punto creo que es inútil, que no deseo conocer a Dios, ante la convicción rotunda de que es imposible llegar ni tan siquiera a aproximarse a su conocimiento.

Lo único realmente práctico, es intentar cumplir los mandamientos que nos dio, que son la pista humanamente comprensible que tenemos para conocer lo que espera de nosotros: Confiar en los diez mandamientos, porque son tradición oral de la historia y son coherentes con la ley natural.

Por lo demás, prefiero mantenerme en el síndrome de Estocolmo.


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