os socialistas y comunistas del Gobierno español, han legislado sobre el bestialismo.
En
principio, podría parecer extraño que un gobierno legislara, en una ley
específica sobre la zoofilia, que es una práctica aberrante que dudo que se
permita en ningún lugar del mundo.
Han
legislado a favor de esa práctica y poniendo condiciones de cómo se debe
realizar.
He
empezado diciendo que podría parecer extraño.
Pero
vista la ralea de los miembros del Gobierno amparados bajo los títulos de
comunistas y socialistas, no me sorprende que les preocupe esa práctica sexual,
pues presumen de todo lo que es aberrante.
Esto
enlaza con lo que escribía hace unos días, sobre lo que ocurre cuando alguien
entra en un plano inclinado.
En
lo físico, que se tropieza y rueda sin control hasta el final.
En lo
moral, en el mejor de los casos, empieza con acciones normales pero en exceso, hasta llegar al punto en que ni
el exceso sacia.
Entonces
se van buscando acciones más estimulantes, que se encuentran en lo extraño y
aberrante y se practican hasta el límite en que dejan de satisfacer.
Así,
en un proceso de aberraciones sucesivas y excesivas, que suelen acabar con la vida, tras haber acabado mucho antes con la dignidad.
Solo
hay que ver el aspecto físico de algunas señorías para entender que la cara es el
espejo del alma.
Caras
torvas, que reflejan almas inmundas.
Eso puedo llegar a entenderlo en personas envilecidas por el ocio y la abundancia material. Eso rodea a muchos políticos españoles, especialmente de ideologías de izquierdas. Su ineptitud y vagancia son de escándalo.
No
hay más que seguir su reguero de fracasos y frustraciones.
Lo
que no entiendo es como miles de personas normales voten a semejantes
desperdicios humanos.
Porque,
que dejen libres a violadores y pederastas o que hagan trenes que no quepan en
los túneles, puede ser debido a la incompetencia, pero que legalicen la
zoofilia, es una cuestión de decadencia moral tan extrema que tiene raíces psiquiátricas.
He
oído en Internet a quiénes se plantean, si esa legislación responde a una
práctica ya instalada en ese ambiente.
¿No
te da asco, lector, ver a tu representante en el parlamento e imaginártelo practicando el bestialismo, mientras discute con sus socios sobre tu futuro
como ciudadano español?
Me
dirás; no será para tanto.
A lo
que te respondo, ¿qué crees que ocurría en la decadencia del Imperio Romano?
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