Esta mañana he decidido empezar la semana bien.
Por lo pronto, he puesto el despertador a las ocho en
lugar de a las siete.
He hecho mis abluciones y he desayunado media
docena de galletas María y medio vaso de zumo de naranja.
Ya estoy preparado para empezar el ritual diario de
disgusto por la mañana y disgusto por la tarde.
Entre disgusto y disgusto, estudio, escribo y leo,
por lo que se puede decir que mi vida espiritual y material avanzan, si es que
lo hacen, a pesar de los disgustos.
Esto es consecuencia de que soy un especialista en
errar, por lo que el yerro ha sido y es una constante en mi vida... una secuela
de mi ignorancia, espero que no de mi malicia.
Por eso no me quejo.
Bueno, a veces sí, pero muy
poco.
He hecho de eso mi modo de vida; la sobriedad y la
ataraxia.
Al principio cuesta, pero con los años y el peso del
infortunio llegas a acomodarte, siendo la dulce miel que atrae a las moscas.
Malo para la miel, pero bueno para las moscas.
Ya se murió el burro de la tía Vinagre
Ya lo llevó Dios de esta vida miserable...
De hecho, quiero que esta cancioncilla suene en una
versión sencilla e inocente, cuando el protocolo lo dicte en mi velatorio.
Solo eso.
No quiero expresiones farisaicas de personas que no
me han conocido más que superficialmente.
Las oraciones las llevo de toda una vida en el
corazón y no deseo rutinas en un momento tan señalado.
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