domingo, 24 de febrero de 2008

Nada es fácil

Cuando era chico mi abuelo solía pedirme que le ayudara en cosas que por su edad le resultaban difíciles (cuando era chico los abuelos eran respetados también en occidente). Mi abuelo era un hombre considerado y sensible y nunca me pedía nada que no estuviera muy dentro de mi alcance. Pero siempre, cuando yo le decía “eso es muy fácil”, me contestaba; “no hay nada fácil”.

Nada es fácil, aunque a primera vista lo parezca. Todo tiene su intríngulis, tanto en el mundo material, como en el de las ideas o en el de los acontecimientos. Me centraré en este último porque situaciones recientes de nuestra política nacional me dan qué pensar.

Antes me remontaré a un episodio histórico de todos conocido; la creación del nacional-socialismo alemán, el fenómeno nazi. A estas alturas sería aburrido entrar en detalles, por lo que remitiré a una situación de fondo que me llama la atención. El paradigma del nazi es un alemán rubio, blanco y alto. Si nos entretenemos en leer la prensa de la época, escuchar los discursos de los dirigentes nazis o leer sus documentos doctrinales, veremos hasta qué punto esto es así. Incluso hoy nos haría esbozar una sonrisa el infantilismo de ese paradigma.

Sin embargo Adolfo Hitler, el líder de esa ideología, era un austriaco, moreno y bajo. Su aspecto era más el de un inquilino de sus campos de concentración que el de un vigilante. Y sin embargo Alemania se suicidó con él. Los alemanes, esos seres perfectos, demostraron ser unos simples. Mucha belleza pero sin seso, como en la fábula.

Creí que esa era una situación de libro. Sin embargo, me ha tocado vivir situaciones semejantes.

Los catalanes tenían en España una cierta fama de “élite”. Su iniciativa empresarial, su capacidad de trabajo, su no se qué, hacían del catalán un hombre cotizado. Al margen de que fuera ésta una opinión fundada o no, lo cierto es que los catalanes se la creyeron, y años de coba durante el gobierno del general Franco hicieron de un sector de los catalanes un mundo de creídos. Esta situación quedó manifiesta cuando crearon su propio gobierno autónomo, presidido durante más años de lo prudente por un dictadorzuelo nepótico. Parecía que no era posible que una mayoría de catalanes – presuntamente tan inteligentes – miraran con arrobamiento a aquel personajillo ocupado de forma tan desvergonzada en enriquecerse y enriquecer a su familia, llegando a estar a las puertas de la cárcel por la quiebra del “banco nacional” que él alentó. De haber vivido en un estado de derecho, no se habría librado de su justa pena.

Pero los catalanes le adoraban. Esa “raza superior” de emprendedores y gestores, estaba loca por su líder.

Parecía que quedaría todo en eso, pero un día desde la capital nombraron un nuevo presidente catalán. Era andaluz, impuesto y analfabeto. Pero los catalanes adoran a su nuevo líder. No por lo que es o hace, sino por lo que dice. Como con los antiguos charlatanes de feria cuando embaucaban al pueblo ignorante.

Para completar el panorama catalán, se reavivaron las siglas de un veterano partido genocida autóctono y se colocó al frente de él a un aragonés, hijo de un guardia civil. Eso no sería un problema para una persona normal, pero es una astracanada en el mundo nacionalista. Pasar por eso deja en evidencia la incoherencia de esos fanáticos y la crueldad de sus amos para con ellos.

Si algo se parece a un nacionalista alemán, es un nacionalista catalán. Como el alemán, el nacionalista catalán está creído de sí mismo, convencido de que es el mejor y con él, su raza. Como el nacionalista alemán, el nacionalista catalán necesita un líder carismática que piense por el y le repita que, por ser catalán, es mejor, sin más mérito. Como el nacionalista alemán, el nacionalista catalán es estúpido y potencialmente criminal.

¿Qué brebaje ha bebido un joven – el adulto ya ha bebido de todo – para seguir a semejantes charlatanes? No me cabe duda de la buena fe de algunos de los que votan nacionalismo ni la de los vociferantes jovenzuelos que se arrastran empujados por sus líderes millonarios… de izquierdas; lideres nacionalistas catalanes…de Aragón o Andalucía; líderes bien preparados… con sólo estudios primarios; nombrados por el pueblo… de Madrid.

En el mejor de los casos nacionalistas de buena fe, pero de estupidez absoluta.

Todo esto no es casualidad. La Cataluña nacionalista es la más domesticada de la reciente historia de Cataluña. Cataluña líder en abortos. Líder en desviar fondos estructurales y sociales a “la difusión del catalanismo”. Líder en la eutanasia. Líder del laicismo social. Líder en la cola de los alumnos peor preparados académicamente pero más acosados sexualmente por el gobierno nacionalista.

Nada es fácil. Interpretar lo que pasa en España, tampoco, aunque la mayoría se empeñe en el maniqueísmo de Zapatero bueno, Rajoy malo o viceversa. ¿Alguien se puede creer que ese pijito castellano de raíces turbias, discurso vacuo, mentira compulsiva, mirada vacía y expresión ausente, es capaz de organizar nada? ¿O que ese “barbone” panoli y quizás buenazo, sea capaz de mantenerse en su sitio, si llega?

Detrás de todo esto hay algo que la historia explicará. Alguien o alguienes – como diría la ministra de cultura socialista - están testeando la sociedad española para ver su capacidad de resistencia. Muchos están de acuerdo en que la francmasonería francesa mueve los hilos de nuestra política desde los borbones que, por cierto, no tenían la planta ni el espíritu que hoy tienen cuando eran borbones. El general Franco rompió y frenó durante ocho lustros sus planes de acción que se debían haber completado con la revolución socialista y el genocidio de los años 30 del siglo pasado. Sólo la muerte del general permitió la vuelta al proceso.

España está a punto de caramelo. Millones de españoles se adocenan cada día frente a la televisión para digerir sus miserias en forma de subsidios, subvenciones, o la paz que les aporta su sumisión a líderes millonarios y populistas.

Francmasonería francesa. Puestos a ser títeres de masones, preferiría serlo de la inglesa, que tiene más clase. Y es que, como me decían hace tiempo, en esta vida uno puede verse avocado a ser cualquier cosa, pero hay que procurar serlo con clase; si ladrón, no tironero, sino de guante blanco; si prostituta, no de esquina, sino de “madame”. Aunque, sin duda, lo mejor es cortar los hilos que nos hacen títeres.