sábado, 24 de enero de 2009

Los masones y sus cuentos

Decía el otro día (martes 23 de diciembre de 2008, La Iglesia en Extremo Oriente) que soy un mal lector, y haciendo gala del comentario quiero traer a colación un libro que me regalaron hace unos días y que he leído pasando por alto el desorden establecido que tengo en mis lecturas e, incluso, para mis aportaciones a este blog (por ejemplo, este texto lo escribí el pasado 27 de diciembre coincidiendo con un momento de intervenciones sobre el asunto, en diversos lugares de internet). En definitiva, que no es tema que tuviera establecido para estos días navideños, pero “la ocasión hace al ladrón” y con ocasión de tener la lectura fresca, la comento. El libro es “Yo fui masón”, de Maurice Caillet. Está editado por Libros Libres (Madrid, octubre de 2008).

La obra narra en primera persona la evolución social del autor, que fue un alto cargo de la masonería francesa y del partido socialista. Es de lectura fácil, por su amenidad y extensión (184 páginas) e interesante, por lo que lo recomiendo, aunque con un “pero”; Caillet explica su experiencia pero presupone la formación del lector, de manera que comenta argumentadamente algunos de los cuentos masónicos sobre Jesús, sin molestarse en rebatir esos argumentos pues imagino que da por sentado que el lector lo tiene claro. Hasta tal punto es confuso en ese extremo, que al principio creí que el libro es un gol, que le meten a la editorial, para divulgar de forma velada los principios masónicos. La impresión dura la mitad del libro y luego queda más que clara la buena intención del autor. No recomiendo la lectura del libro a personas que no tengan muy claras las ideas sobre Jesús.

En este sentido, es necesario saber que actualmente no hay datos históricos que avalen que Jesús fuera esenio, ni que se formara en el Tíbet y en Egipto, extremos que por otra parte no tendrían nada de especial, salvo que no hay dato alguno que lo verifique. Más tosco es el camelo del hermano gemelo de Jesús, que sería el que habría muerto en la cruz, según los masones, mientras el Jesús que conocemos… bla, bla, bla. También es un cuento para ignorantes el que Jesús fuera liberado vivo de la cruz y que gracias a ritos esotéricos de curación se librase de la muerte para luego casarse con María Magdalena. En su descripción de los ritos masónicos, Caillet expone esas ideas en un entorno que puede hacer dudar a una persona ignorante o crédula que, desarmada por el talante del autor y de la editorial, aborde la lectura del libro con su escasa guardia intelectual, baja.

Más refinados y peligrosos son argumentos como el que sigue. Hablando de una reunión masónica, dice: “Comenzó entonces la lección sobre una palabra… perdida: esta palabra ha sido descubierta por los masones en el templo de Enoch, situado bajo el Templo de Salomón. Se trata del tetragrama sagrado IHVH, Yahvé, el Logos del que habla San Juan en su prólogo: “En el principio era el Verbo”…El hecho mismo de haber traducido logos por verbum indica que alguna cosa se ha perdido, pues logos significa, ante todo, relación… o sea, armonía… El Caballero Rosa-Cruz [categoría masónica] no cae en el engaño de la traición de la traducción y… comprende que el logos es la arquitectura misma del templo del universo, cuyos constructores son… los masones”. A través de un argumento aparentemente coherente llegan a la conclusión de que el Evangelio se ha manipulado y en realidad lo que dice es que Dios no existe, sino que todo es el hombre. El problema es que todo ese argumento se basa en una premisa falsa; la traducción cristiana es buena. San Juan dice: “Al principio era el Verbo y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios” Jn 1,1. No cabe más sentido que al principio era Dios. Pero esta cita no está huérfana; “Al principio creó Dios los cielos y la tierra” Gén 1, 1; ¿qué armonía podía haber sin cielos ni tierra?, sólo Dios, el Creador. “Antes que todo fue creada la sabiduría, / y la luz de la inteligencia existe desde la eternidad. La fuente de la sabiduría es la palabra de Dios en las alturas…” Eclo 1, 4-5; sólo Dios, fuente de sabiduría, ¿qué pinta aquí un constructor masón? “Yavhé me poseyó al principio de sus caminos, /antes de sus obras desde antiguo. / Desde la eternidad fui yo establecida, / desde los orígenes antes que la tierra fuese…” Prov 8, 22-23; solo Dios, que posee la sabiduría antes que a sus otras obras, ¿qué tontería “comprende” el Rosa-Cruz con esa patochada de la traducción traidora?

La “luz” que prometen los masones a los iniciados, el misterio soterrado que sólo ellos conocen, no es más que una patraña montada a partir de una pirueta mental, a partir de una historia real. Cuando autores defendían que Jesús no existió realmente, todo les era más fácil a los masones. Pero cuando la evidencia histórica ha desbordado a los más mediocres historiadores, no cabe más que “añadirle” “historias” a la historia; Jesús tenía un hermano gemelo, o eran trillizos, si hiciera falta; Jesús era esenio y ellos le enseñaron secretos secretísimos que le permitirían resucitar muertos y curarse a él mismo tras la crucifixión; Jesús se casó con María Magdalena - lo que era intelectualmente incompatible con el ser esenio - y fundó una dinastía de reyes... Por si algo no funcionara, Jesús fue un extraterrestre… La ignorancia de las masas permite cualquier exceso.

En definitiva, bien por el libro pero sin conceder tregua a los protocolos masones que con tanto detalle se describen. El autor presume una capacidad intelectual que no me atrevo a decir esté en los cerebros españoles (más de la mitad votan a la izquierda).

Los masones se burlan de la liturgia católica, pero ellos se disfrazan, crean muecas “secretas” para saludarse, pican de aquí y de allí para crear sus mensajes cambiando el sentido de todo y haciéndose ellos los creadores de esos mensajes. En fin, se comportan como preadultos y pretenden “dar luz” al mundo.