No
creo que nadie tenga ganas de discutir la evidencia de que en el mundo existen
el bien y el mal.
Ambas
fuerzas conviven y están en constante enfrentamiento.
Por
eso en el mundo pasan cosas buenas y malas, naturalmente al margen los eventos
naturales y de los accidentes, que al quedar al margen de la voluntad, podríamos
discutir su naturaleza.
Tanto
el bien como el mal necesitan una acción que los provoque.
Sin
considerar cuántas personas están haciendo el bien y el mal en cada momento, no
cabe duda de que el mar está más extendido en la tierra que el bien
Hay
más dolor que alegría, o por lo menos eso me parece a mí.
Quizá
porque una acción dolorosa cunde y dura mas qué una acción beneficiosa.
No
debería poner un ejemplo por qué es un clavo ardiendo al que agarrarse, pero lo
veo necesario para explicarme.
Si
doy de comer a un hambriento le quito el hambre y le hago feliz a él ese
día.
Luego
el dulzor de esa buena acción le puede durar en su recuerdo muchos años, y
transmitirlo. O no. Si se lo explica a otros puede despertarles alegría en el
momento y quizás un comentario.
Pero
si te diagnostican un cáncer, tienes dolor y sufrimiento para ti y para todo tu
entorno próximo, toda la vida.
Una
buena acción ha causado alegría momentánea a un pequeño núcleo y un diagnóstico
ha acusado gran dolor, por mucho tiempo, a muchas personas.
A
eso y no otra cosa me refería al decir que en el mundo hay más dolor que
alegría.
Para
una persona racional este espectáculo le llevaría no querer vivir pues
estadísticamente las horas de dolor y sufrimiento son más que las horas de
alegría.
Sin
embargo está el puñetero instinto de conversación, que nos hace desear más una
mala vida, que la muerte, siempre buena, porque el sufrimiento provoca tanto
hastío, qué estás deseando irte.
Para
los que pensamos así, la vida se resume en aguantar como puedas el día a día y
buscar tu bien, procurando no hacer daño a los demás.
Las
religiones no discuten esto, porque saben que es indiscutible.
Lo
que hacen es poner el dolor en positivo y así suma más lo bueno que lo malo.
Pero
eso no deja de ser un truco contable, pues la realidad es la que es.
Paradójicamente
esto no quiere decir que haya más personas malas que buenas.
Pues
si lo malo cunde más, es posible que haya muchas más personas buenas que malas,
pero al ser más eficaz el mal, prevalecen las obras malas sobre las buenas.
Y
luego hemos de tener en cuenta a los tibios, que se suman a los malos.
Las
obras de los tibios al no ser ni buenas ni malas, no se notan.
Pero
el mal tiene un sentido que ni las religiones ni las ideologías contemplan.
El
mal es una anestesia para la muerte de los buenos.
Si
los buenos son los que ven la vida con trascendencia, ver tanto mal en esta
vida, les hace desear la futura.
Fíjate,
lector, que no he citado las guerras.
Si
las pongo en el tablero, entonces el desconcierto es tal, que hasta las
religiones más solventes acaban clasificando el mal y el dolor, como un
misterio.
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