martes, 25 de mayo de 2021

Postales.

Cuando era joven enviada y recibida postales.

Siempre que viajaba, normalmente cerca de casa porque he sido poco viajero transoceánico, me gustaba enviar postales de los lugares en los que estaba.

No para presumir, que no había de qué hacerlo, sino para recordar a mis seres queridos que pensaba en ellos aunque estaba ocupado en otras cosas bonitas.

Y me gustaba recibir postales porque así conocía otros lugares y sabía que los viajeros que me las enviaban habían pensado en mí.

Pero un día, así de pronto, me di cuenta de qué mis postales no eran recibidas por los destinatarios.

Y eso hizo darme cuenta de que tampoco recibía postales.

¿Fueron los astros qué sé alinearon para acabar con el tráfico de postales?

No, fue que acabó una época, que se reflejaba en la empresa de Correos.

La ética social trascendía al servicio público de Correos, donde los carteros eran respetados y admirados.

Eran funcionarios preparados y competentes con espíritu de servicio.

Pero la política del pelotazo que introdujo en la sociedad española el líder socialista Felipe González, arrasó con la ética y con la profesionalidad e hizo surgir como setas a los oportunistas y a las sabandijas.

Las postales tenían un valor de colección y en algún lugar del proceso las postales eran sustraídas por miserables que se las guardarían a título personal o las pondrían a la venta en el mercado ad hoc.

Y Las postales desaparecieron de nuestro correo cotidiano.

Las tiendas de souvenirs las siguen vendiendo, imagino que para coleccionistas privados y no como soporte de comunicación.

Cómo recalcitrante a no supeditarme al signo de los tiempos, cuando este signo es malo, seguí enviando postales, pero metidas en un sobre de manera que no se viera qué era una postal y que su imagen no fuera un falti en la colección del ladrón.

Pero acabé cansándome y ya no envío postales.

Pero todavía no he caído en enviar por whatsapp una fotografía con el emoticono sonriente.

Y es que soy muy antiguo.

No viejo, que hay imbéciles, que todavía no saben distinguir. 

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