Diógenes.
Leo en Wikipedia.org unas pinceladas sobre Diógenes, el filósofo griego que vivía en una tinaja.
Nació
en Sinope. Fue desterrado de su pueblo natal y vivió como vagabundo en Atenas.
Sus
únicas pertenencias eran un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco para beber,
hasta que un día vio que un niño bebía agua con la mano y tiró el cuenco.
Para
Diógenes el valor máximo era la virtud.
Paseaba
de día por las calles con un farol encendido diciendo que buscaba un hombre
honesto.
La historia ha tratado Diógenes como un ejemplo de vida.
Con
este contexto, sin duda entenderás lector porqué los poderes actuales están en
contra de que los niños aprendan filosofía historia y otras ciencias
relacionadas, que les desvelen la grandeza de los orígenes de nuestra cultura
occidental.
Si ocupas
un momento en meditar sobre la escoria de valores morales qué habitan en los
cuerpos de los políticos actuales, entenderás perfectamente porque la aversión por
incluir en los currículos escolares de los niños, asignaturas qué les pongan en
evidencia nuestro pasado.
Y no
hay que irse la Grecia clásica.
La
literatura de nuestro Siglo de Oro, muestra unos valores morales qué hacen
vibrar el alma de cualquier persona normal.
Son
valores actuales, innatos en la naturaleza humana, pero enterrados por la
ingente labor de los poderes mediáticos
actuales.
Son
todos ellos valores cristianos que, desgraciadamente el cristianismo no ha
sabido mantener integrados en la cultura social popular de hoy.
No
sé qué ha hecho Iglesia Católica, representante de los valores cristianos en
Occidente, que ha alejado esos valores, del hombre del pueblo y ha hecho de
algo inherente a la cultura popular, un bien por el que hay que luchar para
obtenerlo, cuando ya lo teníamos de gratis.
Me
da la impresión de como si el cristianismo se hubiera convertido en una
aristocracia moral, que para alcanzarla se han de cumplir una serie de
requisitos para los que hay que pasar por la taquilla. Para nada me estoy
refiriendo a criterios económicos.
Quizás
sea lo que creo que el Papa Francisco llamó la excesiva clericalización de la
Iglesia.
Hoy,
cuando gracias a las comunicaciones es más evidente la ingente labor de la
Iglesia hacia los más desvalidos, es cuando más parece se aleja el pueblo de la
Iglesia. El argumento me vale aunque no sea alejamiento sino indiferencia.
Y no
me sirve el diferenciar la Institución de sus miembros.
Si
la Institución es Santa, sus miembros instituidos por cualquiera de sus
Sacramentos, aunque no sean santos han
de inspirar santidad.
Algo
se está haciendo mal desde la base.
Porque
si la naturaleza humana es esencialmente buena, la bondad de la Iglesia debería
atraer al hombre, ávido de bondad y de ver buenas obras.
...Salvo que la naturaleza humana sea íntimamente mala y la bondad de la Iglesia sea tan solo presunta o los Sacramentos recibidos con pleno consentimiento, no tengan la propiedad de difusión.
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