sábado, 5 de febrero de 2022

A la vejez, viruelas.

l otro día, hablando con una persona que tiene la titulación oficial de teología, obtenida imagino que tras cinco años de concienzudos estudios y con una larga experiencia docente, se me escapó decirle, que estaba estudiando teología.

Enseguida me dijo; ¡ah entonces somos colegas! Capté el tono irónico, pero no me desarmó.

Enseguida le dije; no, no somos colegas, usted es un profesional del tema y estudió para obtener un título con el que ganarse la vida. Yo no vivo ni pienso vivir de eso. Estudio para aprender.

Luego vino el, jiji jaja, pero las posiciones estaban fijadas.

Tenía delante, a un profesional que se preciaba de sus conocimientos y me trataba con paternalismo, pensando que no podré estar nunca a su altura.

Pero podía equivocase.

Porque hoy en día, con los medios de que disponemos, podemos estudiar lo que nos apetezca, de las mejores fuentes.

En mi época de estudiante universitario, si te tocaba un catedrático zoquete, debías soportarlo y más si querías que te aprobase para obtener el título.

Pero hoy aprender es muy selectivo y puedes elegir lo mejor, de una amplia gama de ofertas en el mercado docente.

Si además no tienes el afán de superar un examen, se te abre un panorama de conocimiento insondable.

Sí, estoy estudiando teología, con la tranquilidad de quién no tiene que superar ningún examen y con el bagaje de haber pasado más años que Carracuca, como discente y docente en la universidad española.

Busco en internet los mejores docentes, que son los más titulados en los centros de más prestigio a los que puedo tener acceso.

Y estoy encontrando verdaderas joyas de la docencia, personas muy preparadas con buena capacidad para hacerse entender.

Llevo semanas dedicando dos horas diarias al estudio.

Estoy aprendiendo mucho.

Y recuerdo a mi interlocutor, crecido en su autoestima.

 

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