Hacer la guerra es más viejo que el andar.
Y su esencia es siempre
la misma, darse palos hasta hartarse.
Es decir, su naturaleza
es bien elemental y consiste siempre en lo mismo.
Ahora bien, aunque la forma sea algo bárbaro que hace a todas las guerras iguales, el fondo lo cambia todo.
Una guerra puede
hacerse para defenderse de alguien que te incordia. Es una guerra en defensa
propia.
O bien puede hacerse
para quitarle a otro algo que te apetece.
Es una guerra ladrona. El defenderse es normal. Quién entra en esa guerra es una persona normal.
El querer algo que no
es tuyo es normal. Y es normal el querer hacerlo tuyo comprándolo o negociándolo.
Provocar una guerra parar robar ya no es normal.
Porque el capricho
puede provocar un coste muy elevado de vidas humanas y poco hay de persona, en
el ladrón que mata para robar.
En la antigüedad, se le cortaba la mano al
ladrón, aunque no matase para robar.
Pero el que va a la
guerra no ya para defenderse, ni para adquirir lo que no tiene, sino sólo para
saciar su megalomanía, no es que sea un ladrón, es un verdadero chalado y
criminal.
Lo es él y quiénes le
secundan activamente o desde la retaguardia jaleándolo.
Putin es un chalado
megalómano y los comunistas que lo secundan desde la retaguardia, unos
sanguinarios cobardes.
Ya me cuadra qué
socialistas nacionalistas comunistas y comisionistas del gobierno de España
apoyen al criminal de Putin.
Son tal para cual. Mal
rayo parta a todos.
Espero que el miserable
se encuentre en Ucrania lo que Hitler se encontró en Rusia, o lo que Napoleón
se encontró en España, o lo que Johnson se encontró en Vietnam.
Y que luego tribunales
internacionales juzguen al miserable que ha provocado la guerra y a sus
esbirros que le han jaleado desde el burladero.
A los chiquilicuatres
de Podemos; podéis iros todos al gulag.
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