miércoles, 2 de marzo de 2022

Los curas y los abusos sexuales.

El asunto de los abusos sexuales por parte de personas integradas en la Iglesia Católica viene de relativamente lejos, pero estos días están machacando el asunto hasta el aburrimiento, tanto por parte de las autoridades religiosas católicas cómo del gobierno de Pedro Sánchez. Como si se hubieran puesto de acuerdo para alternarse en una retahíla machacona.

El tema está más que tratado y discutido y parecía que todos habían llegado a la conclusión de que ese tipo de abusos se dan en toda la sociedad y en un buen porcentaje dentro de los mismos núcleos familiares. Pero quedarme en esto sería escurrir el bulto.

Yendo al grano, hay quien piensa que los curas, célibes, tienen más propensión a buscar sexo de forma impune en los más débiles sobre los que tienen una cierta autoridad.

Dan esa circunstancia como obvia.

Eso puede parecer de sentido común, ya que la sociedad, hoy ofrece sexo donde cabe, porque entra en el guion y dónde no cabe, porque lo mete a martillazos

El tema del sexo se ofrece de la forma más sórdida y elemental posible.

Parece que, en ese ambiente tan extremo, es más vulnerable un célibe por su abstinencia, que además, dicen,  acabará trastornándose al tener vivir permanentemente reprimido.

La secuencia parece lógica; más excitación más represión y consecuentemente más agresión. Todo cuadra.

Las estadísticas no dicen eso, pero todos sabemos que las estadísticas siempre se equivocan, especialmente las estadísticas comunistas y de su franquicia socialista.

El fallo de esta argumentación está en la base, elaborada por alguien que no conoce el celibato y menos por razones trascendentes.

Efectivamente para alguien que no tiene una motivación superior la represión puede ser algo malo que quizás le pueda trastornar.

Pero como venía a decir el divertido y sensato p. Loring, no hay médicos de no sexo, y sí muchísimos de enfermedades de transmisión sexual y de trastornos mentales por abuso de sexo.

Pero cuando uno es célibe por motivos trascendentes, sea en el catolicismo o en cualquier otra religión, la secuela del celibato no es la represión, sino una sensación de liberación y superación muy motivantes.

Con el tiempo de abstinencia por motivos trascendentes, el mero acto sexual no se ve como deseable, sino como algo incluso incómodo.

Un cura con vocación o cualquier hombre con sentido trascendente de la vida, ve en la superación del nivel animal, un objetivo motivador. Pensar que puede transgredir su objetivo, ejerciendo además esa actividad física con engaño o violencia, le resulta abyecto.

Hay otra razón de peso al respecto.

El deseo sexual crece con el estímulo. El célibe, por razones obvias no provoca ese estímulo, evitando las imágenes, conversaciones y pensamientos que le puedan excitar sexualmente.

Bien llevado ese hábito, con el tiempo y con más constancia que esfuerzo, se adormece el estímulo y sin estímulo la práctica no se echa de menos.

En efecto, las medicaciones para favorecer la erección, ya señalan que se precisa un estímulo previo, pues sin estímulo no son eficaces.

Es decir, el sexo, como todo, está en el cerebro y en la voluntad.

Por eso no se equivocan las estadísticas no ideologizadas, diciendo que entre los curas hay menos depredadores sexuales que en otros ambientes.

Lo que ocurre es que, si el que legisla o el periodista, se pasa el día chapoteando, en el sexo, viendo y ejerciendo la pornografía, está atrapado y no le cabe en la cabeza que alguien pueda vivir al margen de esa actividad.

No solo en los curas, qué es una situación extrema respecto al celibato, sino entre la población normal, diría que de forma mayoritaria, el sexo es algo divertido, pero no es la esencia de su vida ni un objetivo en sí.

Algunos recurren a la prostitución con reparos, pero muchos más la evitan porque la ven inmoral y la inmensa mayoría serían incapaces de delinquir, abusar, por sexo (doy por sentado que la prostitución es una transacción económica, que no hay violencia en ella y que ambas partes son libres y están de acuerdo), lo que es dar mucho por sentado.

Incluso la masturbación, que es lo que podríamos decir la forma más elemental de obtener placer sin responsabilidades y riesgos físicos mínimos cuando es ocasional, la practican sólo un setenta por ciento (cifra no actualizada) de la población.

En definitiva. Creo que la mayoría de la población no está obsesionada por el sexo y que, en general éste gusta, pero no arrastra.

Tampoco me cabe duda de que la abstinencia y por descontado la frugalidad no genera represión, sino al contrario, que quien la prueba, le gusta.

Me refiero a la población en general, lo que se enfatiza en la población creyente.

No me cabe duda de que hay abusos en la Iglesia Católica, como hay abusos en el ejército y en el cuerpo de bomberos, pero menos.

Y esos abusos se han de reprimir sea cura, albañil, concejal, pariente de político, artista popular o vendedor de alfombras, quien los practique.

Hay una legislación al respecto, que debe hacerse más rígida y aplicarse con contundencia a todos por igual, por los mismos tribunales.

Salvo que el delincuente esté aforado. ¡Faltaría más!


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