El asunto de los
abusos sexuales por parte de personas integradas en la Iglesia Católica viene
de relativamente lejos, pero estos días están machacando el asunto hasta el
aburrimiento, tanto por parte de las autoridades religiosas católicas cómo del
gobierno de Pedro Sánchez. Como si se hubieran puesto de acuerdo para
alternarse en una retahíla machacona.
El tema está más
que tratado y discutido y parecía que todos habían llegado a la conclusión de
que ese tipo de abusos se dan en toda la sociedad y en un buen porcentaje
dentro de los mismos núcleos familiares. Pero quedarme en esto sería escurrir
el bulto.
Yendo al grano,
hay quien piensa que los curas, célibes, tienen más propensión a buscar sexo de
forma impune en los más débiles sobre los que tienen una cierta autoridad.
Dan esa
circunstancia como obvia.
Eso puede parecer
de sentido común, ya que la sociedad, hoy ofrece sexo donde cabe, porque entra
en el guion y dónde no cabe, porque lo mete a martillazos
El tema del sexo
se ofrece de la forma más sórdida y elemental posible.
Parece que, en ese
ambiente tan extremo, es más vulnerable un célibe por su abstinencia, que
además, dicen, acabará trastornándose al
tener vivir permanentemente reprimido.
La secuencia
parece lógica; más excitación más represión y consecuentemente más agresión.
Todo cuadra.
Las estadísticas
no dicen eso, pero todos sabemos que las estadísticas siempre se equivocan,
especialmente las estadísticas comunistas y de su franquicia socialista.
El fallo de esta
argumentación está en la base, elaborada por alguien que no conoce el celibato
y menos por razones trascendentes.
Efectivamente para
alguien que no tiene una motivación superior la represión puede ser algo malo
que quizás le pueda trastornar.
Pero como venía a
decir el divertido y sensato p. Loring, no hay médicos de no sexo, y sí
muchísimos de enfermedades de transmisión sexual y de trastornos mentales por
abuso de sexo.
Pero cuando uno es
célibe por motivos trascendentes, sea en el catolicismo o en cualquier otra
religión, la secuela del celibato no es la represión, sino una sensación de
liberación y superación muy motivantes.
Con el tiempo de
abstinencia por motivos trascendentes, el mero acto sexual no se ve como
deseable, sino como algo incluso incómodo.
Un cura con
vocación o cualquier hombre con sentido trascendente de la vida, ve en la
superación del nivel animal, un objetivo motivador. Pensar que puede
transgredir su objetivo, ejerciendo además esa actividad física con engaño o
violencia, le resulta abyecto.
Hay otra razón de
peso al respecto.
El deseo sexual
crece con el estímulo. El célibe, por razones obvias no provoca ese estímulo,
evitando las imágenes, conversaciones y pensamientos que le puedan excitar
sexualmente.
Bien llevado ese
hábito, con el tiempo y con más constancia que esfuerzo, se adormece el
estímulo y sin estímulo la práctica no se echa de menos.
En efecto, las
medicaciones para favorecer la erección, ya señalan que se precisa un estímulo
previo, pues sin estímulo no son eficaces.
Es decir, el sexo,
como todo, está en el cerebro y en la voluntad.
Por eso no se
equivocan las estadísticas no ideologizadas, diciendo que entre los curas hay
menos depredadores sexuales que en otros ambientes.
Lo que ocurre es que,
si el que legisla o el periodista, se pasa el día chapoteando, en el sexo,
viendo y ejerciendo la pornografía, está atrapado y no le cabe en la cabeza que
alguien pueda vivir al margen de esa actividad.
No solo en los
curas, qué es una situación extrema respecto al celibato, sino entre la
población normal, diría que de forma mayoritaria, el sexo es algo divertido,
pero no es la esencia de su vida ni un objetivo en sí.
Algunos recurren a
la prostitución con reparos, pero muchos más la evitan porque la ven inmoral y
la inmensa mayoría serían incapaces de delinquir, abusar, por sexo (doy por
sentado que la prostitución es una transacción económica, que no hay violencia
en ella y que ambas partes son libres y están de acuerdo), lo que es dar mucho
por sentado.
Incluso la
masturbación, que es lo que podríamos decir la forma más elemental de obtener
placer sin responsabilidades y riesgos físicos mínimos cuando es ocasional, la
practican sólo un setenta por ciento (cifra no actualizada) de la población.
En definitiva.
Creo que la mayoría de la población no está obsesionada por el sexo y que, en
general éste gusta, pero no arrastra.
Tampoco me cabe
duda de que la abstinencia y por descontado la frugalidad no genera represión,
sino al contrario, que quien la prueba, le gusta.
Me refiero a la
población en general, lo que se enfatiza en la población creyente.
No me cabe duda de
que hay abusos en la Iglesia Católica, como hay abusos en el ejército y en el
cuerpo de bomberos, pero menos.
Y esos abusos se
han de reprimir sea cura, albañil, concejal, pariente de político, artista
popular o vendedor de alfombras, quien los practique.
Hay una
legislación al respecto, que debe hacerse más rígida y aplicarse con
contundencia a todos por igual, por los mismos tribunales.
Salvo que el
delincuente esté aforado. ¡Faltaría más!
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