Un fascista cuando tiene un enemigo político, coge
la cachiporra, va y le pega una paliza.
Un demócrata soborna a la prensa para que hable mal
de él y luego a un juez, para que lo condene.
Uno de derechas, va al juzgado, pone una denuncia y
espera cuatro años a que le den la razón.
Un comunista se pone la capucha, busca una cuadrilla
de camaradas y entre todos le pegan una paliza, le roban y se ponen de acuerdo
para denunciarlo a la prensa afín por agresión.
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